1 de septiembre de 2011

Blogueguería 6: "Eduardo..., ¿Y mi canción?"

... Y aquella canción estaba por venir.

Desde el "yo"

'Luz de noviembre, por la tarde', de Eduardo Laporte, es una novela autobiográfica. A su autor le gusta dejarlo claro. Lo ha vuelto a reseñar hoy en su entrevista en El ojo crítico, de RNE. Y ya es un reto una novela escrita en primera persona, y es doblemente un reto una novela que parte de la experiencia personal, y es, además, un riesgo añadido cuando el tema que trata es la muerte, desde cerca, a pie de cama, a la tenue luz de un mes de noviembre. Sin duda, Eduardo Laporte arriesga y apuesta por aquello en lo que cree.
Lo difícil, cuando se parte del yo, es no caer en ese yocentrismo ombliguil (permítome la invención de palabras al puro estilo laportiano), en ese hueco limitado de palabras vacuas. Lejos de ese sentimentalismo quejumbroso, Luz de noviembre, por la tarde es esa proyección umbilical que se nutre de la belleza de las imágenes que van conformando una palabra puesta detrás de otra sobre el blanco nuclear de un cuaderno Clairefontaine, cual artista de luz atrapando los últimos fulgores de una tarde invernal, o de una mañana en una cervecería de la plaza de Santa Ana, da igual, el caso es empezar, y así es como empezó esta historia, su historia.


Desde el dolor y la muerte: la espera

Luz de noviembre, por la tarde es la historia de una relación no solo entre el autor y su padre que irremediablemente se apaga, o la madre que desaparece sin dar tiempo a nada, salvo a intentar acomodarse a una repentina ausencia, también es esa otra relación que se establece implícitamente, tal vez inconsciente pero real, que subyace y camina paralela cuando la enfermedad terminal de alguien tan cercano como un padre o una madre nos aborda, y es ese  tú a tú con la muerte y sus manifestaciones, indicios o señales, o messages personnels, por emplear una expresión del propio autor. Es aquí en donde el lector encuentra esa belleza de dolor contenido, ese dolor que se solapa bajo la conversación y la sonrisa amable que mitiga la tragedia. La belleza de un torrente de sensaciones contenidas, de esa ambivalencia entre la esperanza (que nos llega en forma de fármacos de diseño) y el evidente deterioro manifiesto, y expresada ya desde la serenidad que proporciona la distancia en el espacio y en el tiempo... y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años. Un esfuerzo de la memoria por recuperar y ordenar los recuerdos. Palabras de su propio autor en el prólogo: Siempre supe que terminaría escribiendo sobre aquello.

Eduardo... ¿Y mi canción?

Y al fin llegó esa canción, la cadencia de una frase tras otra en donde fluye esta historia, como fluye una canción de Cohen, como fluye una lágrima apenas perceptible en esa actuación, en 1967, cantando "The Stranger Song", solo una, pero terriblemente conmovedora. Una historia en la que la voz no se quiebra (aunque hoy esté "tomada" por algún virus inoportuno, según declaraciones a su entrevistador), a pesar de las vidas quebradas, la de quienes se fueron demasiado pronto y la de quienes se enfrentaron a tan temprana edad a semejante trance.
La escritura tiene mucho de sanadora, como la música. Y en todo caso, si no llega a sanarnos del todo, siempre será paliativa, nos permite seguir viviendo y descansando sin dolor. Y luz de noviembre, por la tarde es una gran obra literaria, una bella canción que al fin ha quedado escrita.




1 comentario:

  1. a mi me suena el run run de mi corazón...

    y además

    http://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/mas_navarra/minileaks_una_plataforma_denuncia_ciudadana_documentada.html

    Nau, estás que te sales, ENOHRABUENA MAJETE!!!!

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