9 de abril de 2012

Blogueguería 63: Una canción de Silvio

Escuchaba a Silvio Rodríguez cuando regresaba del trabajo. Elegir la música que me acompaña en la carretera es para mí un hábito, una costumbre ineludible: levantarme a las 6.30, ducharme, vestirme con la ropa que previamente dejé preparada la noche anterior, estar sentada en el coche a las siete en punto de la mañana y rebuscar entre los cds esas notas que me relajen. Detesto esos programas mañaneros en los que se vocea, llaman por teléfono gastando bromas, hay risas, estridencias... La primera toma de contacto con el mundo tras X horas de sueño es el silencio, o cuando menos, cierta armonía en los sonidos, en los movimientos, antes de que empiece la vorágine: unos minutos del informativo de la mañana con un café, la reunión del equipo médico y de enfermería en la salita de estar, los pacientes, otras cuestiones laborales, leer aquí y allá, procesar rápido para después rumiar, a la vuelta, entre líneas contínuas y discontínuas que serpentean entre el monte y se pierden en la lejanía del horizonte mientras suena más música.

Esta tarde tenía ganas de la voz de Silvio. Contemplaba el campo y la deslucida primavera, con sus brotes tardíos y sus macilentos verdes. Hoy tenía la necesidad de abandonarme deliberadamente a la tristeza, y el decadente paisaje de una primavera a medias me lo ponía en bandeja. Nada que tenga que ver con la infelicidad, sino con la necesidad del desahogo, de soltar lastre, de aflojar esa presión que se acumula inevitablemente, a pesar de los mecanismos que ponemos en marcha para guardar el equilibrio en esta cuerda floja... Eduardo Laporte, en su blog literario, hacía alusión hace unos días al ajedrez, Ajedrez, precisión, vida se titulaba su entrada... El arte del ajedrez, el arte de jugar en la vida, de no hacer movimientos en falso ni inútiles.

El deporte de la vida: la espera, la paciencia, su estudio, el preciso sentido espacial y la intuición, la predicción de los movimientos del contrario. Pero a veces las jugadas inevitablemente se precipitan, por las prisas, por el ansia de acabar, o nos falla la intuición, o el contrario nos sosprende con un movimiento maestro o inesperado, o todo al mismo tiempo, y como en una partida de ajedrez en las que vemos caer uno a uno nuestros peones, torres, caballos... empezamos a retroceder, a sentirnos acorralados, angustiados, acosados, temorosos de perderlo todo; todo cuanto da sentido a nuestra vida.

Y es entonces cuando aparecen estos estados, que podemos definir como tristeza, impotencia, tal vez derrota... sí, esta última palabra lo define plenamente: sentimiento de derrota, que en mi caso siempre ha sanado dejándome abatir momentáneamente, para qué oponer resistencia... es como un cuadro vírico que seguirá su curso irremediablemente, así que mejor desahogarla (ahogarla) cuanto antes, a veces con unas notas de guitarra hasta que achique por el lagrimal. Es una purga del ánimo, una descarga neuronal.

Esta tarde ha sido Silvio el artífice de unas notas que han estrangulado ciertas tristezas pasajera, pero ya digo, nada que ver con la infelicidad.

3 comentarios:

  1. Carmen,
    Tal que para ti escuchar a Silvio Rodríguez es una manera de estrangular ciertas tristezas, para mi leer tu blog produce el mismo efecto.
    Saludos

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  2. Dim, tu comentario ha tenido el mismo efecto que una canción de Silvio. Hacía tiempo que nadie me decía una cosa tan bonita con respecto a mi escritura... ¿a mi escritura? Hacía tiempo que nadie me decía algo bonito!! : )

    Abrazos.

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  3. Me alegro que yo todavía tenga sentido común de reconocer mujeres inteligentes y bonitas :)

    Abrazos.

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