17 de junio de 2012

Blogueguería 86: Estío

Ayer no escribí nada, ni anteayer, y todo ayer pasado se convierte en mañana que es hoy. Alguna canción de Sabina hace un galimatías de esto, si miras atrás, mañana es hoy, o algo así... El tiempo siempre nos lleva su adelanto.

A veces me cabreo con ese pensamiento perezoso que no fluye, con esa idea que se niega a caer sobre el vacío de una nueva entrada o que se niega a hilar una historia empezada... Será el gen de protombina 20210A,  que con el tiempo convertirá en rígidas mis venas. Las vuestras también, no creáis, así envejece el colágeno, haciéndose cada vez menos elástico, más inflexible. En mí se unirá la homocisteína, que aumentará el estrés oxidativo. Desde que sé que está, me lo imagino haciendo de las suyas, alimentándose de mí, haciéndose fuerte a mi costa, como esos  amigos interesados y traidores. Todo mi empeño es domesticarlo, ir ganándole la partida patológica echándole  a mi cuerpo lo que a él le impide avanzar. Si muero de otra cosa no relacionada con él, habré ganado yo... ¿Habré ganado yo?

En la mañana del viernes quise escribir sobre su luz y su frescura. Me gusta el frescor de las mañanas que anuncian el verano, es cuando únicamente esta estación me parece soportable: entre las siete y las nueve, ese par de horas de sus mañanas. El resto del día y su calor sofocante me generan cierto cansancio, irritabilidad también. Pero se me echó el día encima, y esas sensaciones se esfumaron entre una mañana de trabajo, más burocrático que la atención a los pacientes, que es lo único (esto último) que da sentido a mi trabajo,  y el bullicio de una tarde calurosa.  Ya no venía al caso hablar de esa frescura ni de la luz. La de la mañana del viernes fue especialmente rutilante, y convertía los inmenso maizales en un espejismo cristalino bajo el incesante agua de los aspersores. Me gusta esa imagen de los campos de maiz, perdiéndose hasta donde la vista no alcanza, bajo esas bóvedas de agua como inmensos arcos de crucería de una inmensa catedral de cristal.


Tarde tediosa de domingo caluroso, 36ºC marca el termómetro en la calle. Tarde vacía, de un relajado silencio al que contribuye el cadente fluir de la fuente de Alfonso X El Sabio, solo interrumpido por la enfática y animada charla de una italiana en la mesa de la terraza contigua. A veces miro con cierto desdén a esos elementos perturbadores de esas quietudes que reconfortan. Ella habla, no para, gesticula con sus manos, se deja caer contra su silla, se vuelve a incorporar y apoya sus codos en la mesa y bebe de su Heineken. Él, un musculitos con cara de bobalicón más que de macho latino, no deja de fumar... A veces no le presta mucha atención, pero eso a ella, morena, joven y guapa, de larga melena rizada, vestido minifaldero con exuberante escote y talla de sujetador, parece importarle poco. Interrumpe su charla un vagabundo, cuya presencia empieza a ser habitual en estas tardes dominicales, en donde parecen salir todos ellos de sus guaridas, o tal vez su presencia es más notoria entre el vacío. Un tipo joven que habla a trompicones, como supongo que fluye su pensamiento mermado por el abuso las drogas. Le pide un cigarro. Ella niega con la cabeza. Él le señala el paquete que tiene encima de la mesa y ella le contesta, en un perfecto castellano, que solo le quedan dos. El tipo se va, y ella comenta divertida la anécdota con el musculitos, sorprendida, como diciendo que qué descaro eso de perdirle tabaco... Y vuelve a retomar su animada conversación mientras apura a morro su Heineken.

Apuro mi copa y aún queda mucha tarde por delante... Es lo que tiene el verano: su luz interminable, como las tardes de sus domingos. La pareja italiana hace un rato que se ha ido, y como cada vez que veo a algún turista mapa en mano dando tumbos por esta ciudad, me pregunto qué azares les  habrán traído por aquí o si habrá sido elección propia: ¿viaje de novios?, ¿un par de erasmus?, ¿quedaron por internet en una perdida plaza de una perdida ciudad española como punto de encuentro?... Lo dicho, las tardes de los domingos, de este estío anticipado, son tediosas e interminables.




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