7 de noviembre de 2012

Blogueguería 108: Ahora que te han abandonado...

Caminaba por el pasaje de San Isidro, ese tramo angosto y oscuro que comunica la plaza Mayor con la calle del antiguo mercado, actual Alfonso X El Sabio, en donde sobreviven, como evadidos  del bullicio de la plaza y calles colindantes: una tienda de fotocopias, en donde recuerdo fotocopiar apuntes prestados en mis años de estudiante (a decir verdad, ahora quiero hacer memoria fotográfica de mi paso por ahí hace escasamente un par de horas, y diría que ese negocio ya esté cerrado por una obvia obsolescencia); una floristería que se llama así, El pasaje, en donde encargué mi ramo de novia; una ludoteca, a cuya puerta he ido en un par de ocasiones a recoger a alguna de mis hijas de un cumpleaños; una tienda de animales, cuyo escaparate alguna vez me he parado a mirar, a la que jamás he entrado ni entraré, a esa ni a ninguna; y por último, un pequeño bar con escasa clientela.
 
Existió también un locutorio cuando estos eran únicamente cabinas de teléfono, al que recuerdo ir en mis años de internado para llamar a mis padres. Lo hacía en mitad de semana, y me limitaba a un Estáis bien? Sí, yo también estoy bien. Aquello era suficiente para dar tranquilidad y gastar poco del escaso dinero que tenía y administraba para comprar algún cigarrillo suelto y un cuerno de chocolate o una bamba. Y creo recordar que entre aquellas paredes de cemento y escaleras de edificios viejos, en algún primer piso, también existió una emisora de radio.
 
Los pasajes suelen ser tramos tan cortos como feos, la fealdad de unos muros que siempre se corresponden con la espalda de otros edificios cuyas fachadas principales dan a otras calles más anchas, más largas y con más luz. El pasaje de San Isidro es un pasaje gris, casi claustrofóbico. Tramos de paso fugaz que me provocan la misma sensación que las calles ciegas: finitud.

Hoy me he topado con un paraguas abandonado, barrocamente decorado. Estaba maltrecho por un golpe de viento tal vez, y me ha resultado curioso ese abandono, en mitad del pasaje, sin haberse molestado ni tan siquiera en cerrarlo. Me he acordado de Antonio Jiménez Paz, poeta canario de versos e imágines. Él siempre dice que se topa con la imagen, le sugiere, la retiene con su cámara y luego la inmortaliza en su blog. Algo así como lo que acaba de sucederme: encontrarme con la escena tal cual y sentir la necesidad de fotografiarla. Y cuando lo hacía me sugería igualmente una frase: Ahora que te han abandonado...


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