19 de enero de 2013

Blogueguería 128: Una mujer sin interés

Hace seis años, ella estaba casada y adoraba a su marido. Todos veían lo que ella no veía, y todos eran cómplices, con su silencio, de aquella mentira. Nadie que le dijese lo que estaba pasando, los lugares en donde se lo encontraban y las compañías. Aún así, y con la evidencia de la cama vacía, ella nunca cuestionó las razones que él le daba para ausentarse de la casa. Confianza creo que se llama.

Fue él quien quiso acabar con su mentira, no por ser sincero con ella y consigo mismo, sino porque se le acababan los recursos y le daba pereza inventar.

Tras la ruptura, amigable (por el bien de las niñas, siempre dijo ella), llegó a la conclusión de que todo había sido por su culpa. Se cuestionaba si era demasiado exigente. No sé..., decía ella, tal vez insistía demasiado en que él colaborase en las tareas de la casa y el cuidado de las niñas, tras llegar cansado del trabajo. No se le ocurría pensar que ella también tenía su trabajo y que también llegaba a casa sin ganas de luchas domésticas. Ponía en duda su atractivo; la muy boba creía que los años solo habían pasado por ella, que sus carnes fofas después de dos embarazos y dos partos ya no despertaban el interés de él, con incipiente calvicie, algo tripón y marcadas patas de gallo, y que su manera de hacer el amor era rutinaria, sin ningún deseo ni atracción sexual. También pensó en su conversación y sus gustos, ¿es que ya no le interesaban ninguna de las dos cosas? Llegó a la dolorosa conclusión de que era una mujer sin interés; que solo había conseguido enamorar -¿enamorar?-  a aquel hombre que ahora la abandonaba, pero que jamás había levantado especial pasión en nadie más, y que además, rondando los cuarenta, era, inevitablemente, una mujer inadvertida. Allí estaba, sola frente a su fracaso y su declive.

En esas anduvo casi dos años, autocompadeciéndose y ganándole kilos a la báscula entre pastillas de Tryptizol y cajas de bombones, aferrándose a sus hijas como lo único auténtico que tenía en la vida, e hizo de ellas su motor.
 
Una noche, desnudándose frente al espejo, se descubrió; no le gustó lo que estaba viendo... Reparó en el reflejo de los ángulos de la habitación: un refugio desolado. Y en la cama: perfectamente hecha, esperando a que ella misma abriese el embozo para enredarse entre las sábana sin más olor que el de ella. Tenía que irse a dormir, pero en aquel preciso instante acababa de despertar.
 
Comenzó su transformación. Empezó a pensar en esos verbos que tanto había leído en los libros de autoayuda: aceptarse, reinventarse, aprender a conocerse, quererse... Empezar.
 
Ahora, seis años después, le importa una mierda ser una mujer sin interés para nadie, ahora es una mujer con sus propios intereses. Ha abandonado el Trytizol, aunque continúa enganchada a los bombones. Va al cine y al teatro. Hace deporte. No tiene pareja, ella dice que solo amigos con los que le gusta irse a la cama de vez en cuando, sobre todo en noches frías como es esta.  Lee a Coetzee y a Auster, entre otros. Escribe a ratos, para pasar el mono y evitar el décimo bombón del día, como hace en este preciso instante, a las 2.24 de una madrugada de invierno... aunque al final cae.

8 comentarios:

  1. Interesante historia y bien escrita.

    Yo creo en libros de autoayuda; son alimentos para el mente. Cuando era joven los leí y escuchaba en casetas mientras conducir.

    Un abrazo.

    PD Por favor dile a esta señora que los bombones son malos para los dientes :)

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  2. Pero magnífico para el cerebro

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  3. Impresionante y bien estructurado relato. Parece autobiográfico. Me ha encantado. Felicidades, amiga Carmen, El Patio.

    Le envío un gran abrazo.

    Antonio

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  4. No es verdad lo de ser una mujer sin interés. A mí me interesa la mujer y lo que se deriva de ello: su manera de escribir. Y no soy el único.
    Un saludo

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  5. Estimado don Antonio, toda ficción es autobiográfica creo que afirmaba Borges, o tal vez me lo invento y lo dijo algún otro escritor. La protagonista y la autora del relato comparten la debilidad por los bombones, aunque la autora es capaz de contenerse. También leemos a los mismos autores y a ambas nos gusta escribir.
    Gracias por su visita, hacía mucho tiempo que no se paseaba por mi patio, al igual que Ar Lor.
    Reciban un saludo, y aún no es tarde para desearles feliz año nuevo.
    Gracias a todos por sus comentarios.

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  6. Doña Carmen,

    Sibilina y esclarecedora incursión la suya en su comentario. Hay que reconocer que es Vd. una artista en todos los sentidos, a la hora de escribir algo sin decir nada, o, mejor dicho -valga la redundancia-, diciéndolo todo de forma diáfana y transparente..

    Ante tanto y tan exquisito arte, yo me quito el sombrero y me pongo a sus pies.

    Le envío un afectuoso saludo, amiga mía Carmen.

    Antonio

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