22 de junio de 2013

Blogueguería 178: La imperfección del amor

El termómetro de la plaza del Pilar marcaba veintiocho grados centígrados  a las once cuarenta y cinco de la noche. Ayer fue el día más largo. A partir de mañana, que ya es hoy, la noche empezará a robar a la tarde segundos de su luz, un hurto tan sutil del que apenas nos daremos cuenta hasta que llegue agosto y un soplo de viento de sus últimas noches nos evoque de nuevo el otoño. El olor a uva madura y el frío en los hombros anunciaba septiembre, antes... Ahora el presentimiento otoñal es anosmia y el frío en los pies.

Son bienvenidas las estaciones cuando aún no se han viciado en su rutina. La noche acompaña: terrazas llenas, paseantes, el griterío de niños que corretean agotando sus últimas energías; caerán rendidos. La de   hoy será la más corta, y se presenta plácida, atemperada. Anoche era la estampa del verano recién llegado, tan novedoso como deseado.

Alguien sugirió la terraza del España. Las cómodas butacas y una copa invitan a la conversación sosegada. Los hijos y sus resultados escolares, el destino de las vacaciones de este verano... Concha me enseña las uñas de los pies. Me pregunta si creo que son hongos. "Sí, son hongos", le digo. Se disgusta. "Pero consulta con tu podólogo", le aconsejo. Concha tiene podólogo, masajista, endocrino particular que le controla su peso y su dieta Dukan, y muchas manías. Y mucho dinero para poder pagarse tanto profesional privado. Deja de mirarse sus uñas y dice que se va. Tiene casi cincuenta años. Es soltera. La invitamos a quedarse un rato más. "Pues sí... Total, ¿quién me espera?", bromea ella misma con su soledad.

Terminamos hablando del amor y el desamor. El amor sí tiene edad, hay quien afirma. No es lo mismo el amor a los treinta que a los cuarenta que a los cincuenta... Y es que el amor es ese sentimiento universal que cada cual interioriza a su manera, y como tal lo vive, lo exterioriza y lo vierte sobre aquello que ama.

Tampoco el fracaso en el amor; no es lo mismo el fracaso a los treinta, que a los cuarenta, que  a cincuenta... A los treinta, aún quedan años para ilusionarse, para esa química del enamoramiento. La costumbre añora aquel embeleso. A los cuarenta, deduzco que el desengaño tiene un importante papel en ese escepticismo que pone al amor bajo sospecha. Las mujeres que me acompañan están en esa edad. No quieren a un hombre en su vida, tan solo en su cama, afirman muy seguras de sí mismas. A los cincuenta hace frío, intuyo escuchando a Esther, a quien su marido abandonó hace meses por otra más joven, con la que ya parece haber fracasado, se ríe y nos reímos compartiendo su maldad.

Es triste la palabra "abandonar" relacionada con el amor de la pareja, conlleva fracaso, hastío, cansancio, desgaste. Aún en las rupturas de mutuo acuerdo siempre es alguno de los dos quien abandona. Las separaciones de mutuo acuerdo solo son actos civilizados, en el fondo uno de ellos es el agraviado, el que hubiese deseado seguir a pesar de los sies y los noes de la terrible armonía que pone viejos los corazones, que cantaba Silvio. 

La realidad de cada una de las mujeres (y un hombre) sentados en torno a la mesa, esos sentimientos que se deshilan en la complicidad de la noche, me recuerdan la novela de Milena Agus, 'La imperfección del amor', "Nadie ama de verdad, y quien ama no lo hace desinteresadamente": mujeres a las que les ha cambiado la vida tras las rupturas con sus respectivas parejas, su nueva concepción del amor, del sexo, de los hombres, la dureza con ellas mismas reconociendo su parte de culpa en el fracaso, la ternura que desprenden cuando admiten la soledad de la noche y la añoranza del abrazo y de la compañía, cierto desamparo cuando no se encuentra el reflejo de la mirada que condena al exilio de las miradas.

Y es que el amor, con sus imperfecciones, es uno de esos motores que nos hace sentirnos tan vivos...




1 comentario:

  1. Carmen,
    Estoy de acuerdo contigo que el amor a las diferentes edades es muy diferente. Por ejemplo, siendo cincuentón, me enamoro cada vez que veo una guapa mujer, casi todos los días.
    Pero claro que nada sucede jeje

    Muy interesante entrada.

    Un abrazo.

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