18 de octubre de 2014

Evasión

Siento que muere en mí el deseo de escribir, y lo siento en lo más profundo, allá donde ciertos sentires se vuelven inefables, pero te encogen, te matan un poco. Leo archivos guardados, a los que casi a diario vuelvo y hago un esfuerzo por continuar, comienzos que quisieron ser una novela, un par de versos a la espera de componer un poema, antiguos post en los que me sorprendo de la facilidad con la que parecen haberse engarzado las palabras, conformando aquello que quería decir, tal y como lo quise decir. Ideas que se esfuman porque no encuentran el momento de ser escritas, tan sólo surgen en la mente de manera perfecta pero después no encuentran su trazo sobre el papel; sentimientos que volaron hacia el cielo como un globo que se escurre entre los dedos de un niño, emociones que va ahogando el tiempo.

La escritura es impulso, pero también es sentarse todos los días delante de la hoja de Word... Perseverancia, paciencia... Silencio. Quiero poder decir, por escrito, y las palabras no van más allá de mi boca. Mis dedos lentos, torpes, completamente mudos sobre el teclado del ordenador. Un silencio interior que me acompaña y reclama silencio exterior, como mucho un murmullo, casi inaudible, de cuanto me rodea: una puerta que se cierra, las campanas de la catedral, los arrumacos de la vecina de al lado, en el pasillo, cuando recibe la visita de su nietecilla el domingo por la mañana... Necesidad de sentir la vida como un rumor de río, lejano, apacible. La escritura es un exilio que pocos de los que viven con nosotros entiende. La necesidad de la lejanía del mundo mientras me encuentro (vivo y transito) por este otro mundo, el de la escritura, del que volver me cuesta, como si salir de un trance se tratase, y que me convierte en una extraña por unos momentos, segundos o minutos, hasta que retomo esta vida, la de siempre: la familia, el trabajo, los amigos... 


"En mi cabeza solo cabe una seguridad: El escritor ha muerto antes que el hombre".

Esta frase terrible es de Miguel Delibes. Añadió que había perdido su orden mental, su memoria y su voluntad. Un poco así siento esta desgana sobrevenida, como una necesaria desmemoria, como un orden mental puesto patas arriba que necesita reordenarse, como una voluntad que me falla. El cuerpo es sabio, el espíritu también... Sabe cuándo necesita un periodo en stand-by, un kit kat del alma, ese paréntesis, esa cabezadita en mitad del día para poder terminarlo a pleno rendimiento... Algo así haré con esto. Me tomaré un tiempo de descanso, meses, años... La vida es larga, todo encuentra su momento, nada debe forzarse ni tensarse, salvo que queramos que salte en pedazos, que se convierta en una obligación o imposición... Todo lo auténtico fluye sin ningún esfuerzo. Así me gusta sentir la escritura, aunque duela: que surge espontánea, sin esfuerzo, como los sentimientos más nobles. Sólo cuando eso sucede siento que es digno de escribirse. El blog será mi terapia mientras tanto, como una evasión, como el programa de la metadona, para ir pasando el mono.



1 comentario:

  1. Todo lo auténtico fluye sin ningún esfuerzo. Así me gusta sentir la escritura, aunque duela: que surge espontánea, sin esfuerzo, como los sentimientos más nobles. Sólo cuando eso sucede siento que es digno de escribirse.

    Magnífica forma de sentir la escritura.

    Permítame dirigirme a usted para decirle que llegué hace un tiempo por azar a este blog y existen entradas de una prosa poética exquisita. Merece la categoría de blog literario. Si esos archivos que guarda se parecen el algo a esta muestra, yo la animo para que no cese en su empeño.

    Un saludo,
    Raúl

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