14 de marzo de 2015

¡Paco, los de la "Dijá"!

Mi pueblo es un pueblo tranquilo, no somos tan peleones como nuestros vecinos de la localidad del este, ni desconfiados como la del sur. Los del oeste son aldeas o pedanías que no se rebelan contra la autoridad del municipio mayor (aún no ha surgido ningún Artur Mas que aliente deseos independentistas. Sus moradores: cuatro ancianos, con formas de vida antediluvianas, viven y dejan vivir en paz). Los del norte pertenecen a otra provincia. Somos un pueblo fronterizo con Toledo, un pueblo de paso: aquí no se viene para quedarse, aquí se viene para seguir camino. Cabría preguntarse si quien viene y se queda, huye de algo, o se esconde. Es este uno de esos miles de pueblos que nadie sitúa en el mapa. Recuerdo aquel hule de la abuela, con la piel de toro, en donde venían las capitales de provincia con sus localidades más importantes. Imaginaba nuestra posición en este mapa sin relieve, un punto equidistante entre Yébenes y Malagón (que sí venían en el mapa), y ahí punteaba con un bolígrafo azul hasta hacer casi un agujero: ya teníamos lugar en el mapa. 

Muchos de los que aquí llegaron (de los países del Este, sudamericanos, africanos...), como si se tratase de cualquier ciudad cosmopolita, en las dos últimas décadas, pertenecen a esa oleada de emigrantes a cuya miseria le basta una falsa promesa, y aquí se instalaron, en este país que se ha convertido para ellos, y para todos, en una falsa promesa. La vida misma. En todos estos años, la convivencia ha sido la de siempre, salvo por la diversidad de acentos que runrunea en el aire cuando se pasea por el mercadillo de los martes. A algunos de ellos, la crisis les ha obligado de nuevo a buscar mejor suerte en otras tierras con más expectativas, si es que eso es posible en este país de espejismos y burbujas.

Ayer, la radio me sorprendía dándole un lugar en el mapa a mi localidad. Hubiese pensado haber oído mal, o que se trataba de esa otra localidad con idéntico nombre (en Madrid, creo), si previamente no se hubiese nombrado a Ciudad Real. Un posible miembro de una célula yihadista era detenido, en la madrugada de ayer, en este pueblo sin importancia. Y ahí está el pueblo, sorprendido... ¿Cómo no va a estarlo?, si Ayud ha sido compañero de colegio de su hijo Miguel; si con su madre se cruzan a diario en el Día, y su padre ha podado parras y ha quemado gavillas con los padres de otros tantos. Ayud nació aquí, y ahora dicen que pertence a las cérulas esas de la dijá... decía Paco para la reportera local. Y mire usted, nosotros nunca hemos sospechado de na. Pero ¡qué dijá ni qué sospecha, ni qué niño muerto, Paco, que es Ayud!

Esa fue la gran consternación ayer, no salir del asombro de que uno de los nuestros, porque Ayud es uno de los nuestros, resulte que sea uno de esos. Y queda por dentro algo así como cuando nuestros hijos adolescentes, o no tan adolescentes, se revuelven contra nosotros y nos culpan de todos sus males: ¿Qué hemos hecho mal? O cómo decía la canción de Victor Manuel: ¿Qué te puedo dar, que no te hundas...?, que me mata tu angustia, que me puede tu mal. ¿Qué "te venden" por ahí, con qué promesas,  para que no dudes en ser parte de algo que puede acabar contigo y conmigo?

Ya nos sorprendió hace años, allá por mediados de los ochenta, otra detención. Aquél era un joven acusado de pertenecer al "graco". Y de nuevo la respuesta de los vecinos de este pueblo tranquilo, que no sabía ni cómo se llamaba ni se pronunciaba tal "organización", fue la consternación; el nieto de golosinas, ese chiquillo que venía de Madrid en los veranos,  con sus pantalones de cuero, su melena despuntada y chinchetas en los dedos... cadenas colgando de su chupa negra, un pendiente en la oreja... Le faltaba altura, un poquito bajo, pero tan mono... Nos recordaba a nuestro también paisano Julian, miembro de Tequila. Se ennovió con Maripili (aquello no llegó a buen puerto, como todos los amores de verano). Un revuelo que cesó pronto, porque bastante tienen los padres, y el pobre abuelo, aquel hombre que se caracterizaba por su bonhomia, un buen vecino del pueblo.

Paco, al que ayer pilló la reportera local en la calle, estaba sorprendido, claro, como todos, porque estas son cosas que uno escucha por televisión, no espera ser protagonista de ellas, cree que solo sucede por ahí, en otros mundos, pero no en este nuestro, tan pequeño, tan sin importancia para nadie, tan sin esos dolores magnánimos e intangibles de luchas en las que solo cabe sembrar el terror. Nuestros dolores son otros, los cotidianos, y con esos ya nos sombra y nos basta.

*Tanto el nombre de los detenidos, como del entrevistado como los motes son ficticios. La historia, ya saben, es real. 

2 comentarios:

  1. Como siempre, atina Vd. en todo, Doňa Carmen. Es una delicia leerla.

    Ahí va mi acostumbrado saludo
    saludo...
    Para Vd.


    Nada es tan encantador a la vista
    como la belleza de una mujer.
    (Ateneo El Gramático, Deipnosofistas, 608a)
    (Apud Manuel Galiano, José S. Lasso de La Vega, Franciosco R. Adrados,
    EL DESCUBRIMIENTO DEL AMOR EN GRECIA,
    Editorial Coloquio, Madrid 1985, p.85)

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  2. Le aseguro, don Antonio, que soy un desatino total.
    Un saludo y gracias por seguir paseando por aquí.

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