10 de octubre de 2011

Blogueguería 14: ¿Hacemos las paces?

Esa era una frase muy común en la infancia, en mi infancia: ¿Hacemos las paces? Y hacer las paces significaba que el enfado se olvidaba, que esa soledad que conllevaba la enemistad pasajera y esa pequeña marea interior de desamparo por la pérdida de la amistad, de la complicidad y del dañado afecto, desaparecía ipso facto con solo asentir con la cabeza. Que todo tenía arreglo con ese humilde gesto afirmativo que admitía el deseo de paz; que había un borrón y cuenta nueva; que ya había de nuevo motivos para reír y jugar; que el mundo se había vuelto a recomponer. Y, ciertamente, recuerdo una agradable sensación de paz cuando hacíamos las paces, cuando a través de la persona que te importaba, y a la que demandabas esa alianza de paz, te reconciliabas de alguna manera con el mundo.

No estoy segura de si, con los años, se aprende a convivir en paz con el mundo, creo que más bien se trata de indiferencia, deliberada indolencia. Lo cierto es que, a pesar de que el mundo parece librar una batalla contra los seres que lo habitan, mis cuentas particulares están saldadas, y que con quien únicamente tengo necesidad de hacer las paces es conmigo misma. No traigo más luchas, me basta con ésa. Creo que llevo media vida (año arriba, año abajo) pidiéndome de vez en cuando hacer las paces.

El espíritu de superviviencia me ha llevado a encontrar muchos sucedáneos de paz: la escritura, escuchar música, la lectura, un paseo vespertino descalza por una playa, el deporte... Mantengo una alianza permanente con todos ellos; son el otro lado de la balanza. Pero hay dos cosas que me reconcilian especialmente con la vida: Mis hijas cuando duermen y la voz de mi hermana unida a la mía en una canción, esta última es una auténtica tabla de salvación... Es aquel gesto afirmativo que me devolvía la paz cuando era niña.

4 comentarios:

  1. Cómo envidio a quien puede hacer las paces con uno mismo. Yo no puedo, es con la única persona con la que estoy peleado desde hace mucho tiempo. Nos soportamos lo mejor que podemos pero de ahí no paso. A seguir buscando.

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  2. Lo releo antes de ir a dormir.
    Me siento cansada y tus palabras me descansan. Me topo, de repente, con la belleza y lo sublime que late en los sucedáneos de nuestra paz. Quizá porque ya la roza, la intuye o es parte de ella.

    Un beso y gracias por este (y por todos) los escritos que salen de tus manos.
    Tu siamesa

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  3. Ar Lor, me alegro enormemente volver a encontrar un comentario suyo en una de mis entradas. Se agradece el paso y el tomar asiento en este espacio.

    Y llegará el último día y seguiremos buscando y hallando alternativas, Javier, que a la postre dejan de ser sucedáneos para convertirse en los momentos definitivos que en verdad eran los que nos daban paz, los que de alguna manera nos hacían sentirnos felices... No sé, es como hundirse en el verde de unos ojos, Ancin!!!
    Seguiremos buscando.

    Siamesa, pa'qué decir más.

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