22 de diciembre de 2011

Blogueguería 34: Sobre el papel

Pertenezco a esa especie que el nuevo milenio eligió para su extinción, más tarde que temprana, espero: soy lectora de libros de la que también puede llegar a ser extinta era Gutenberg. Lectora con un ritual de lectura en el que todos los elementos tienen su importancia: la luz, el tiempo, el espacio, el silencio, la materia... ¿Soy una lectora en decadencia de una era en decadencia? ¿Asistirán la nuevas generaciones de lectores de libros electrónicos y sus múltiples aparatos de última generación (cementerios de libros almacenados y olvidados) a nuestro dublinesco entierro? Permítanme dar yo misma la respuesta: No, rotundamente no.

Las lectoras como yo somos incapaces de leer, con atención y sobre una pantalla digital, más palabras de las que cabrían en un sms. Créanme, lo he intentado, pero se me fatiga la vista, se distrae mi atención, me incomoda la impostura de la postura impropia de las manos...

Estos días ha surgido la polémica con Lucía Etxebarría, la escritora anunciaba que dejaría de escribir por culpa de la piratería de sus libros. Lucía Etxebarría debería de sentirse orgullosa de que sus libros se compren o se descarguen (aunque sean pirateados), porque podría afirmarse (no sé si con acierto) que sus libros se leen, o al menos hay un interés en "almacenarlos". Alguien comentaba, al hilo de lo suscitado en las diferentes redes sociales, que un cantante tiene la posibilidad de dar sus conciertos y que, aunque su música sea pirateada, los estadios se llenan cuando presenta su trabajo, pero un escritor no tiene posibilidad de conciertos para presentar su trabajo... A Dios, gracias, pensé yo. Imaginé cómo serían esos conciertos en un estadio, en un recinto preparado para albergar la cantidad de público de un concierto de música, y allí, sobre el escenario, el escritor sin más instrumento ni efectos especiales que un libro entre las manos... Imaginaba a ese público, lejos de ser masa, tarareador de su libro, seguidor de sus obras, coreando párrafos, y al escritor dejando que fuesen ellos quienes terminen las estrofas, como los legendarios músicos dejan que sea el público quien coree el estribillo de sus canciones... No, imposible, este escenario no puede darse, porque la escritura es otra cosa, porque el lector es otra cosa. El lector no es un acumulador de libros ni un devorador de pantallas que va  intercalando con un juego de Mario Bros. Los conciertos de los escritores siempre serán esa presentación entre amigos y amantes de su obra, en petit comité. Candente, por otra parte, la cuestión de la piratería.

Hernán Casciari le ha dedicado unas palabras a Lucía Etxebarría, en las que alude a esa coexistencia entre las descargas virtuales y las ventas físicas, ya sea en formato papel o digital. Habla de ese mundo nuevo en el que ambas cosas se suman, y cuya conclusión es "cuánta gente me lee", y ese otro mundo viejuno y oxidado en el que el autor concluye "cuánta gente no me compra". Destaco este fragmento especialmente:

"El mundo nuevo se basa en confianza, generosidad, libertad de acción, creatividad, pasión y entrega. Todo lo que ocurra por fuera y por dentro de sus parámetros es bueno, en tanto la gente disfrute con la cultura, pagando o sin pagar".

Nada tengo en contra de los libros digitales, tampoco condeno a quienes los coleccionan compulsivamente, aunque a lo largo de su vida no hayan consumido ni el diez por ciento de su almacén, aunque sí afirmo categóricamente que eso no es ser lector de libros, como el escritor que dice que dejará de hacerlo por una cuestión numérica, afirmo que tiene poco de escritor. Lo mío son dos cosas: un problema de adaptación, ya expresado arriba; y puro romanticismo, fidelidad a ese formato que ha albergado versos o prosas que han aliviado mi dolor, que me han ayudado a reflexionar sobre la vida o la muerte, sobre la injusticia social, o que simplemente me han contado una historia tierna, romántica, divertida o misteriosa, pero que en cualquier caso me han generado una emoción, a veces esa lágrima que asoma tímida por el lagrimal, rueda tibia por la mejilla, se precipita desde la barbilla y se estrella contra el papel que provocó su efímera existencia.

3 comentarios:

  1. Aparte de que entiendo lo que esta señora dice (a la gente no le gusta trabajar gratis y en los empleos-arte parece que lo tienes que hacer sí o sí), estas circunstancias deberían empujarla a generar algo nuevo por lo que la gente quiera pagar, ofrecer algo distinto que enganche a la gente, diseñar un nuevo producto (literario)... es decir, si lo que interesa es el mercado es ella la que debe cambiar para adaptarse a él si quiere sólo ganar dinero. Si le gusta lo que hace y está convencida de que es la mejor manera, se conformará con llegar al mercado que sea, y unas veces será grande y otras veces será pequeño. De todos modos, con la cantidad ingente de libros que se siguen vendiendo pese a la crisis (se ha convertido en uno de los regalos estrellas), tiene que joder que no elijan el tuyo.
    Al hilo de sus declaraciones del otro día, que se lleve más o menos parte por la venta de un libro a nosotros nos da exactamente igual: que negocie contratos con su editor y con los distribuidores, como hacen el resto de empresas cuando quieren tener más margen.

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  2. Amiga mía de siempre, Señora Doña El Patio,

    Vuelvo a aparecer por aquí, por Su Patio, cual Guadiana resurgente, para seguir disfrutando de sus opiniones, cosa que no he dejado de hacer en ningún momento, aunque no haya dejado huella, porque quehaceres urgentes me han tenido entretenido -permítaseme la redundancia-.

    Opino sobre los libros lo mismo que Vd.: el libro en el sentido tradicional no puede, ni debe, desaparecer, porque el libro al estilo Gutenberg es como una mujer: hay que tener la posibilidad de verlo, recorrerlo, acariciarlo, tocarlo, volver hacia atrás y regresar adelante, tenerle cariño, amarlo en definitiva.

    El libro electrónico es, a mi entender, como las fecundaciones in vitro: hay que servirse de él, de ellas, si no hay más remedio, pero siempre es aconsejable utilizar los medios que la Naturaleza ha puesto a nuestro alcance de forma natural -otra redundancia-. ¿Cómo va a ser igual una fecundación in vitro, una madre de alquiler, una donación de óvulos o de esperma -léase masturbación pura y simple, creo-, que el acto de toda la vida, en el que de una forma voluntaria y amorosa participan un hombre y una mujer que se quieren, que se aman,  y, encima, les resulta gratis.

    Pues el libro electrónico, repito, es lo mismo.

    Por lo que se refiere a Lucía Etxebarría, creo que se le han subido algo los humos y lo que está haciendo es una sutil operación de propaganda, de narcisismo sobre sí misma: si no quiere escribir, que no escriba. Puede ser más cierto que ya ha dicho todo lo que tenía que decir y no sabe ahora cómo convertirse nuevamente en Best-Seller.

    Que pase Vd., Señora Doña El Patio, unas Felices Fiestas y que los dioses y diosas todas satisfagan todos sus deseos.

    Le envío un gran abrazo,

    Antonio

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  3. Estimado don Antonio, su resurgir como el Guadiana es siempre agradecido, como las tierras a las que baña y embellece dicho río agradecen ver de nuevo sus ojos, que no son otra cosa que sus aguas emergiendo de las profundidades de la tierra en un espectáculo digno de contemplar, Las Tablas de Daimiel. Gracias por su inestimable aportación, como siempre.

    Le deseo igualmente unas felices fiestas, ya inminentes, y que igualmente (redundantes estamos ambos) los dioses y los astros se confabulen para que 2012 no sea sólo (sé que a ustd le gusta con tilde) un año más.

    Reciba un afectuoso abrazo.
    Carmen.

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