13 de enero de 2012

Blogueguería 40: Vidas en bloque

A veces no me despierta el sonido del despertador, lo hace la meada del vecino del tercero, a las 6.15 am. Tiene la hora cogida. Ni un minuto antes ni un minuto después, suena el chorrito como una cascada. Después se oye la ducha, que casi coincide con la mía. También oigo ese mismo chorrito a las doce de la noche, que debe de ser su hora de irse a dormir, porque previamente se suele oír el grifo del lavavo en donde lo imagino cepillándose los dientes frente a su espejo, como hago yo frente al mío, nos diferencia el ahorro de agua; él lo mantiene todo el rato abierto y yo abro y cierro para ir aclarando cepillo y espuma de dientes.

Hay adultos que tienen hora fija para irse a dormir, como los niños, haya terminado la película o no, estén interesantes las páginas de un libro o no. El reloj les marca la vida como marca las horas. A las 6.15 de la mañana, ni un minuto más ni un minuto menos. A las doce de la noche, ni un minuto más ni un minuto menos. Son vidas con temporizador, o con organigrama de residencia de ancianos, toca apagar la luz y dormir.


En nuestro primer apartamento, la pareja del A hacía el amor a diario, los domingos lo hacían por la mañana. En más de una ocasión me quedé con las ganas de tocar la pared y gritar: ¡A ver ese escándalo!, pero temía una réplica que fuese algo así como: ¡En mi casa hago lo que me da la gana, envidiosa!

Las comunidades de pisos son así, puedes decirte hola y adiós sin más por los pasillos, puedes haberte visto obligada a pedir sal en alguna ocasión. Puedes compartir el ascensor y hacer el socorrido comentario sobre las inclemencias del tiempo, o simplemente saludar y clavar la mirada en el suelo mientras transcurren los segundos dentro de tan pequeño habitáculo que no entiende de espacios vitales... Y subes con ella, con la de los jadeos nocturnos... A veces me asalta la idea de si el del A o C es también un espía accidental de mis detalles íntimos.

Nada sabemos de ese grueso de la vida que sí se conoce del vecino del pueblo: quienes son sus padres, sus hermanos, su trabajo, con quien se casó... Del vecino de bloque solo sabemos lo que se cuela por las paredes, que a veces es mucho, pequeños e íntimos detalles de vida:  la hora de despertar, la hora de dormir, el color de su pijama o de su ropa interior... Por los pasillos un hola, sin más, aunque nos inventemos vidas.

3 comentarios:

  1. La vida en mi “bloque” es muy diferente (vivimos solos en nuestra casa).
    En cuestión de la pareja A me da envidia jaja.
    Muy interesante post desde punto de alguien que vive en EE.UU.
    Saludos.

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  2. De mi vecina sólo sé que escucha la misma emisora que yo en la radio del cuarto de baño. La vecina de salón grita casi todos los días en llamadas telefónicas con su madre. Grita mucho. Pero mucho, mucho. No sé cómo puedes gritarte tanto con tu madre todos los días.

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  3. Oye, que ma gustao el post, chica.

    Los tipos B suelen mear echando el chorro directamente al agua. Les da igual que despierten a las vecinas, no piensan que ese sonido prescindible se puede mitigar girando un poco el surtidor miccional. Prefieren reafirmarse, si es lo que piensan, y mear como quien, valga la redundancia, marca el territorio.

    No me gustan esos meadores.

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