22 de enero de 2012

Blogueguería 43: Dependencia

He amanecido con la voz tomada, los virus son como los ejércitos que preparan sus ataques nocturnos aprovechando el sueño del enemigo, y este enemigo suele dormir como un lirón, aunque ayer ya percibía cierto destemple que suele evidenciar un desajuste o una distracción del sistema inmunológico. Lo peor de esto es que si hoy han tomado la voz, mañana, lunes y laboral, habrán invadido el cuerpo entero, irremediablemente. Los procesos víricos son así, su avance es imparable y no hay medicina que los combata, solo nuestro sistema inmunológico, sin más armas ni escudos que su propia resistencia y sus recursos biológicos. Mi sistema inmunológico suele responder bien, hasta ahora, pero nadie me libra de un par de días de batalla campal (suelo imaginarme esas luchas internas como en Érase una vez el cuerpo humano, gran serie didáctica y entretenida de dibujos animados), en los que la capacidad de rendimiento suele verse bastante afectada.

Pensaba esta mañana, en la cama, tragando saliva y notando esa punzada de dolor en la garganta y la cabeza ligeramente cargada, antes de haber pronunciado un buenos días agudo y hueco, masculino, en que si nadie dependiese de de mí  para comer ni organizar el día, nada me sacaría de la cama. El cuerpo me pedía dejarme llevar por la enfermedad, o la enfermedad me invitaba a quedarme entre las sábanas (siempre he pensado que nuestro mejor médico es nuestro propio cuerpo), y así lo hubiese hecho si solo dependiese de mí.

A eso vengo dándole vueltas desde hace tiempo, a la "dependencia" de uno mismo, es decir, a la independencia, a esa conquista de libertad y de autonomía, que, paradojas de la vida, se va mermando en la medida en que otros dependen (y nos hacen depender) de nosotros: pareja, hijos... Esa necesidad de libertad, de querer actuar solo dependiendo de uno mismo entra en conflicto con "la obligación de" tener que actuar bajo la presión y la responsabilidad de quienes comparten tu vida. Lo de hoy es prueba de ello: el conflicto entre dejarme llevar por el estado físico, con lo cual no me hubiese levantado hasta que no me hubiese apetecido, o levantarme a preparar desayunos y la comida del medio día mientras el resto se despereza en la cama y ni repara en mi enfermedad (esto es un reproche en toda regla, sí). Ese conflicto entre la apetencia y la responsabilidad de madre y ama de casa. ¿Ese sentimiento ¿egoista? o vital que es depender únicamente de uno mismo, esa ¿utópica? libertad? Ea, creo que no, que es la mejor de las libertades: ser dependiente de uno mismo, no rendir cuentas a nadie ni que nadie tenga que rendírtelas.

Empiezo a sentir cierta manía por esa imposición de roles que cada vez percibo más como una cadena, una presión que me impide ser y hacer a mi manera. Sin duda tiene mucho de culpa la educación, los estereotipos que se alejan de la conquista personal, de la libertad, para convertirse en una abnegación de vida, tanto en hombres como en mujeres, aunque nadie me discutirá que somos las más damnificadas, y que no deja de ser la negación de uno mismo, la renuncia a vivir como quieres para hacerlo bajo la responsabilidad del como debes. Querer o deber, esa es la cuestión.

2 comentarios:

  1. Me reafirmas en mi soltería sin hijos, estado que a veces quiero/no quiero abandonar. Te escribo desde la cama, donde pierdo tan ricamente el tiempo, portátil en el regazo, cuando son casi las dos de la tarde.

    Toma miel, como sueles decirme, ajaj.

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  2. La soledad es dura a partir de cierta edad. Estoy en la década de los cuarenta y no tengo hijos ni relaciones que duren mas de un par de años. Supongo que es difícil compaginar mi trabajo con alguien que siempre sea quien tenga que esperar. He pensado muchas veces en una situación diferente como pueda ser un trabajo más estable y que me agobiasen los recortes salariales y las notas del colegio de mis hijos, pero cuando coincido con amigos míos de toda la vida creo que es menos egoista vivir como vivo, en una relación siempre hay alguien que se sacrifica para que el otro viva como quiere vivir.

    Un placer leerte, cuidate ese catarro.

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