20 de enero de 2012

Blogueguería 42: Tiempo muerto

En casa se veía  boxeo. A mi padre y a mi hermano les gustaba ese brutal espectáculo al que se le consideraba (no sé si se sigue considerando como tal) deporte. Aquella imagen de dos hombres dentro de un cuadrilátero arreándose mamporrazos hasta hacer brotar la sangre me resultaba bárbaro, me ponía en tensión, una excitación negativa. Me alteraban las exclamaciones de los hombres de la casa, jaleando y dando instrucciones de cómo y en qué momento Urtain tenía que soltar el brazo para dejar KO al contrincante. Creo recordar, vagamente, que en un margen del televisor iban descontándose los segundos del tiempo de cada asalto, como también creo recordar que el anuncio del siguiente asalto lo avisaba una pancarta que paseaba una señorita contoneando cadera mientras daba la vuelta al ruedo, aunque esto no sé si era así o se mezcla la realidad con la ficción de Toro salvaje. Cuando sonaba la campana  que devolvía a cada uno a su rincón en donde le esperaba una improvisada silla o un taburete que siempre se me antojó incómodo, demasiado pequeño y primitivo para cobijar a un hombre maltratado, yo respiraba aliviada y observaba con expectación, diría que con ansiedad, esos rápidos masajes de reanimación en los hombros, en el pecho, alguna cura de urgencia con algún potingue milagroso que cortase ipso facto la hemorragia de una ceja reventada, el enjuague de la boca tras extraer la prótesis que protegía sus dientes y volversela a introducir de nuevo, listo para seguir magullando(se) el cuerpo. Quiero recordar aquellas miradas perdidas y aquellos hombros caídos de los contrincantes durante esos minutos de tiempo muerto, de recuperación, de recargar energías y mitigar el dolor, y sus cabezas asintiendo a las instrucciones de su entrenador. ¡Machácalo!

Pensaba estos días, llevo pensando durante mucho tiempo, mucho más del que dura un asalto de boxeo, en la necesidad de un tiempo muerto. Hay etapas que duran demasiado. Esos asaltos a los que nos enfrenta la vida a veces son un juego de pies que hasta podría confundirse con un divertido, agradable y hasta saludable baile. Muhammad Alí era experto en un constante y agotador juego de pies. Son otras las veces en las que ni siquiera hay tiempo para sentarse en el incómodo taburete del rincón, y el riesgo de que los continuos asaltos terminen en KO técnico es cada vez más previsible.

Hoy he tocado yo misma la campana, mucho mejor eso que lanzar la toalla al ring, ando buscando un sillón en el que acomodar mi cuerpecillo vapuleado, mucho mejor que un taburete en un rincón, y por último, trataré de echar mano a algún bálsamo milagroso... Puede que baste un libro, puede que una canción, puede que me dé por rezar una oración mundana que espere respuesta divina, y también puede que todo eso no me sirva de nada. Aún así, seguiré levantándome a las seis y media de la mañana, seguiré yendo a trabajar, seguiré disfrutando de los amaneceres, y de las enormes lunas llenas que me siguen a ciento treinta por hora. Así a la espera del siguiente asalto, o del siguiente combate, porque últimamente también pienso que hay ciertos periodos  en la vida en que mejor dejarse ganar, o dejarlos pasar, sobre todo cuando sus ganchos de derecha a la boca del estómago nos van doblando hasta besar la lona.

Cassius Clay (Muhammad Alí)

1 comentario:

  1. Carmen,
    Muy buena alegoría; me gusta. Anoche, a las 21:00, después de trabajar más de 12 horas, estuve muy cansado y buscaba este “sillón de descanso.” Lo encontré en ver la película “El turista” (con Johnny Depp y Angelina Jolie). Esta peli (en mi humilde opinión) es el perdido de tiempo absoluto :). Pero en estos momentos anoche me ayudó a relajarme.
    Que tengas muy bien fin de semana.
    Abrazos.

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