18 de diciembre de 2012

Blogueguería 117: Indolencia

Asistimos, con pasmosa indolencia, al retroceso de una sociedad que durante décadas, y tras medio siglo de ostracismo al que se vieron relegados nuestros padres y nuestros abuelos, luchó por unos derechos laborales y sociales universales: el derecho a la salud, el derecho a la educación, el derecho a un trabajo digno y un sueldo digno, en donde primase la salud laboral y la prevención de riesgos.
 
Cuatro décadas después de nuestra recién estrenada democracia y nuestros casi recién estrenados derechos de sociedad avanzada, basta la excusa de la crisis económica para que nuestros políticos, esa clase que nos gobierna porque nosotros los hemos elegido, convierta la palabra DERECHO en PRIVILEGIO, y nos enfrente a los unos con los otros mientras, decreto a decreto, abaratan nuestras vidas y nos privan de las condiciones que protegen a nuestros ancianos, a nuestros hijos, a nosotros mismos... En definitiva, y sin que nos demos cuenta, nos están robando nuestro futuro, y como antaño, se abre una brecha abismal que nos divide y nos enfrenta, mientras la clase política se frota las manos pensando en cómo repartir lo que aún sigue siendo patrimonio de todos, para convertirlo en el privilegio, ahora sí, de unos cuantos.
 
Cuando el gobierno de Aznar, ya lo vimos venir. A quienes trabajábamos en ese nuevo plan sanitario: Protocolos y Programas encaminados no solo a tratar la enfermedad, sino a prevenir los factores de riesgos y hacer evitables los procesos crónicos, es decir, al ahorro futuro de lo que supone una enfermedad crónica en cuanto a gasto sanitario, bajas laborales, etc, etc..., se nos presentó algo que se llamaba Fundaciones. Con ese nombre lanzaban la idea de la privatización de la gestión de las áreas de salud. La respuesta del personal sanitario fue unánime: desconfianza y rechazo. La salud es rentable con la prevención de la enfermedad, por lo antes expuesto, nunca rentabilizando los medios, tanto humanos como materiales, para que un particular haga negocio. Los políticos, entonces, dieron marcha atrás. Pero las Fundaciones seguían ahí, en la cabeza de Aznar y del gobierno popular, en los directores de Capio y de otras empresas particulares que montan su chiringuito y preparan una intervención quirúgica de hoy para mañana a golpe de talonario.
 
Veinte años después, al fin llegó la excusa perfecta: la crisis, la puta crisis. Pero existe una gran diferencia, la privatización ahora no se nos presenta para que los principales afectados, trabajadores y usuarios del sistema de salud, lo valoren; la privatización de la sanidad pública se IMPONE como única salida a la NO viabilidad de la ruinosa sanidad universal, dicen nuestros políticos. Hasta ahora, usuarios (ustedes) y nosotros (trabajadores sanitarios) hemos sido unos privilegiados, siguen argumentando los políticos. Se acabó lo que se daba para dárselo a quienes están dispuestos a hacer negocio con nosotros (con ustedes y conmigo, trabajadora del sistema de salud).
 
Hay que hacer viable la Sanidad entregando el presupuesto (reducido presupuesto) destinado para ello a manos privadas. Vuelvan a leer la frase: Hay que hacer viable la Sanidad entregando el presupuesto destinado para ello a manos privadas.
Si el gobierno afirma que la Sanidad, en los términos que la conocemos: universal y gratuita, no es viable, es ruinosa, ¿qué medidas tomará una empresa privada para hacerla no solo viable, sino rentable a su bolsillo? Se lo digo yo:
1. Abaratar los sueldos de sus empleados y aumentar sus horas de trabajo. Medidas que incluso pueden alegrar a más de uno, pero permanecer impasivo ante esto solo beneficia a quienes pretenden lucrarse con el trabajo de muchos y la salud de todos.
2. Abaratar prestaciones: prótesis de cadera, de rodilla, de válvulas aórticas, reducir la demanda de pruebas diagnósticas cuyo contraste necesario para ellas sea de alto precio etc, etc... 
 
Expongo un caso claro y reciente de las consecuencias de la gestión privada: las prótesis mamarias PIP. Las mujeres que decidieron, por cuestiones estéticas, someterse a la implantación de las prótesis, pagaron su intervención quirúgica en clínicas privadas, cuyas garantías de asistencia son bastante cuestionables según la cifra del talonario. La clínica privada es la que gestiona la compra de la prótesis, y el cliente siempre considera que cumple con las condiciones de seguridad y calidad. Esas mismas prótesis las recibieron de forma gratuita, y por convenio con clínicas privadas, mujeres con mastectomías por cáncer. Obviamente, la clínica privada compra la prótesis más barata, sin tener en cuenta ni la procedencia ni la calidad del producto, en la mayoría de los casos.
 
Ahora, imaginemos por un momento a un cirujano en un quirófano, cobrando su hora de trabajo a menor precio que la de un mecánico, e implantando en un corazón abierto una prótesis aórtica de dudosa procedencia. Imaginen por un momento.
Los sanitarios no somos mecánicos, con toda la dignidad que merece la profesión de mecánico o de fontanero o de electricista, no trabajamos con motores ni buscamos las piezas de segunda mano en desguaces. La salud ni se compra ni se vende, ese ha sido nuestro gran logro, hasta que los políticos vieron en ello una manera de hacer votos. Ahora que ya no pueden hacer votos, quieren hacer negocio. Ustedes eligen, o su indolencia decidirá por ustedes.
 

2 comentarios: