4 de enero de 2013

Blogueguería 122: Retazos verdes

Quien tuviese la ocurrencia de definir el verde como esperanza tuvo que tener una placentera sensación, la intuición de que algo estaba por venir y que era bueno, mientras contemplaba ese color que inspiraba tan gran concepto: esperanza.
 
No es de extrañar que, como parte de la fauna autóctona de la meseta, me emocione este color y sus matices cromáticos; desde finales de mayo, cuando los verticales rayos del sol comienzan a ser insidiosos, el llano paisaje castellano se retuesta hasta convertirse en un agreste secarral de tonalidades marrones, adquiriendo ese color del terruño áspero, ya desprovisto de los vivos colores propios de la tibieza de la primavera. Así permanece hasta bien entrado diciembre.
 
Las lluvias del otoño revisten de un fino manto verde los campos de La Mancha, primeros despuntes verdes, que contrastan con las ramas despojadas de sus hojas y sus fantasmagóricas sombras en la oscuridad de la noche. Y ese primer brote, como la tierna pelusilla de la epidermis de un recién nacido, se transforma en el cristalino manto blanco que las largas y gélidas noches convierten en escarcha, esos finísimos y microscópicos cristales de hielo que la tímida luz de la mañana va convirtiendo en agua, en esa humedad que bajo el sol de las doce anuncia la aún lejana primavera.
 
El verde es evocador de mi niñez, criada entre verdes campos de trigo y avena, como verde era aquella hierba salvaje que crecía hasta nuestras cinturas en aquel jardín de infancia que fue el solar de al lado de casa. Entre ella nos atrincherábamos, escondiéndonos de nuestros enemigos, y nos revolcábamos sin temor a que el terreno nos hiciese daño, porque su frondosidad amortiguaba toda piedra angular o cualquier otro elemento que pudiese lastimarnos.
 
Hace unas horas reparaba en este verde invernal, incipiente, frágil, casi traslúcido por el efecto de la intensa luz de las tres de la tarde y el empacho de agua de sus microscópicos vasos, y en esa mágica transformación del paisaje, que como decía ayer, siempre es el mismo escenario con distinta estampa. Y volvía a asaltarme la idea de la mirada nueva... y me he vuelto a sentir esperanzada.


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