1 de febrero de 2013

Blogueguería 131: Un empleado de banca

Mientras esperaba en la cola de la entidad bancaria, observaba el gesto de los dos empleados de las ventanillas (ventanillas que no son tales en este caso, es simplemente un mostrador el que nos separa). A los susodichos se les quedó la cara de ventanilla de hace una década, o dos. Se trataba de un hombre y de una mujer. Ambos metidos en los cincuenta. Él delgado, con leve curva de su barriga que dibujaba su impecable camisa blanca con bordado Pierre Cardin en el bolsillo superior, por donde asomaba un bolígrado plateado y rojo oscuro. Corbata azul a rayas rojas y blancas, y chaqueta que mantenía puesta, de color oscuro. Alianza ancha en el anular de la mano derecha. Otra más estrecha en el anular de la mano izquierda; detalle curioso este último. Ella gorda, de pelo corto y tinte castaño, opaco, sin reflejos. Camisa de flores oscuras y una chaqueta de lana color granate. Cara de semana, ni viernes, ni lunes, simplemente inanimada, ambos.
 
Me he imaginado siendo empleado de banca, empleado de mostrador, como ellos dos. Me he imaginado siendo ese hombre empleado de banca de mostrador.
 
Me he visto poniéndome los mismos pantalones todas las mañanas desde hace aproximadamente treinta años, grises oscuros, que suelo alternar con otros grises un poco menos oscuros, ambos con pinzas y la raya marcada con poca precisión, fruto de un planchado a la ligera por una empleada de hogar por horas. Después me he visto eligiendo la corbata, entre las cinco o seis corbatas que tengo, todas regalos de cumpleaños de mis dos hijas o de mi mujer. Calzando los mismos zapatos negros, clásicos, que cambio cada dos años aunque no lo parezca.
 
Mis dos hijas están en la universidad, una de ellas estudia Magisterio y la otra Derecho. Mi mujer va a pilates tres veces en semana, sufre jaquecas y tiene problemas lumbares, por lo que va al homeópata una vez en semana y al fisioterapeuta diariamente cuando tiene un episodio agudo. Trabaja de auxilar administrativo en el INSS.
 
 
No leo nada más allá de El Marca, y mi equipo es el Real Madrid. De tarde en  tarde quedo con un par de amigos para ir de pesca. De vacaciones suelo ir a Torrevieja. Allí tienen mis cuñados, la hemana de mi mujer y su marido, un apartamento que nos ceden de buen grado cuando ellos no están. A cambio, mi mujer se empeña en que sea en Noche Buena cuando toda su familia tenga que venir a dar por saco a nuestra casa.
 
Mi vida sexual se reduce a un polvo una vez al mes, si no coincide con la jaqueca. En otras ocasiones, la culpa no es de la jaqueca.
 
A los diez minutos de estar en la piel de un empleado de banca, ha empezado a asfixiarme el nudo de la corbata.


 

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