21 de abril de 2013

blogueguería 157: El hombre primitivo (resumido)

El hombre primitivo se movía por instintos: cazaba y pescaba y comía cuando tenía hambre, bebía cuando sentía sed, dormía cuando le rendía sueño y se apareaba cuando tenía apetencia sexual. La mujer primitiva cazaba y pescaba y comía cuando tenía hambre, bebía cuando sentía sed, dormía cuando la rendía el sueño y se apareaba cuando estaba receptiva hormonalmente, que es como decir que cuando a su cuerpo le apetecía. El hombre primitivo elegía a su hembra, y la hembra primitiva se dejaba elegir. No había posesión ni ataques de celos, tan solo entre ellos existía esa rivalidad, más que primitiva y perdurable en el tiempo, por demostrar quién era el más machito de la manada. Rivalidad que antes, primitivamente, era perdonable, porque se trataba de otro instinto: el de la perpetuidad de la especie. Nunca, jamás, el hombre y la mujer fueron tan primitivos, tan iguales y tan felices.
 
Pero un buen día, más bien un mal día, la mente de uno de esos primitivos evolucionó hacia un estadio superior, y convenció a los demás para organizarse. Así pues, se establecieron jerarquías y roles. Con esa vida organizada, forzosamente surgieron los horarios, y los horarios obligaron a los instintos a amoldarse a ellos: el hambre, la sed (como dato curiosos diré que llegaron a beber, por obligación, ¡dos litros de líquidos al día!)... También esa nueva estructura social influyó en el instinto de apareamiento, ya no se apareaban cuando les apetecía y con quien instintivamente se elegía, sino que las jerarquías y la organización social requería una serie de conductas reproductivas y, por supuesto, no a la vista de todo el mundo. Así pues, el instinto sexual fue condenado a la rigidez de la norma (*podemos apuntar esto como el principio de la disfunción sexual masculina y femenina: el condicionamiento moral y social. Impotencia sexual, inapetencia, frigidez, eyaculación precoz, dispareunia...).
 
Lo que a priori podía parecer una buena idea, se fue desvirtuando hasta convertirse en una subordinación piramidal, una escala de poderes. Aquella escala de poderes convertía a los unos en esclavos de los otros: así, unos cazaban para que otros comiesen a todo confort; en algunas sociedades creadas, las mujeres perdieron su condición de humanas para considerarse un animal doméstico más... Y así hasta llegar al caos de un sistema organizativo en el que todos los instintos dejaron de primar menos uno: el de supervivencia. El hombre primitivo ya no tenía que cazar para alimentarse, ahora tenía que luchar para no dejarse ahogar por ese entramado que él mismo había creado. Y descubrió otra lucha, la más lacerante, la que le desarmaba y contra la que perdía cientos de batallas: La lucha consigo mismo.
 
El hombre primitivo sobrevenido a estadios superiores se encuentra ahora en el más primitivo de sus estadios: el de la subsistencia. Nunca, jamás, el hombre y la mujer fueron tan primitivamente domesticados, tan absurdamente desiguales y tan tontamente infelices.

3 comentarios:

  1. Hola Carmen,

    Me acabo de levantar de la tan primitiva siesta y me veo jerárquicamente domesticada y desigual, a ti totalmente cierta.
    Make

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  2. Carmen,

    Estoy totalmente de acuerdo contigo. El sexo a priori que nos organizamos ha sido mucho más agradable jeje. Y gracias por explicarme base de la disfunción de sexual masculina. Supe que fue mi culpa jaja.

    Saludos

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  3. Ya sabes, Dim, retoma tu primitivo instinto y te ahorrarás una pasta en visitas al sexólogo, psicólogo y farmacéutico.
    :)
    Saludos

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