30 de abril de 2013

Blogueguería 160: Mártires y héroes

Adela tiene ochenta y cuatro años. Es viuda. Vivía sola hasta el verano pasado, en el que la crisis, el azote del paro y el fracaso matrimonial le devolvían a su hijo de Madrid al pueblo. No venía solo, traía consigo el fracaso somatizado en una depresión que lo mantenía encerrado. Cuántos ostracismos interiores provocan las convulsiones sociales y sus daños colaterales. Adela, con sus ochenta y cuatro años de vida encima, volvía a ejercer de madre. Ampara, con el apacible sentido de la vida que sus muchos años le han proporcionado, su dedicación y su pensión de viuda, a un hijo con cincuenta y pocos que lo ha perdido todo, hasta el ánimo.
 
Tina y Carlos eran una pareja de cuarenta y tantos. Lo han sido hasta hace poco. La crisis barre con todo, hasta con el amor. Las situaciones límites a las que nos aboca nos ponen a prueba. Todos en la cuerda floja, hasta los proyectos de vida, hasta los sentimientos. El paro también los trajo al pueblo. El banco se quedó con su vivienda en la ciudad. Él continuaba sin trabajo, ella limpiaba casas y atendía a viejos. Los recortes en la atención domiciliaria y en la Ley de dependencia han reducido a la mitad la jornada de estas mujeres que llevaban una ayuda a casa. Ahora esa ayuda no es tal ayuda, es el único medio de vida de familias con hijos en edades tempranas. Trescientos euros. Abroche bien, un agujerito más, el cinturón del céntimo. Él terminó marchándose. Ella continúa con sus dos hijos, a los que tuvo que cambiar de instituto y de amigos para "hacerse sostenible". Y Tina también sufre la somatización de su fracaso. Cuando se marcha, tras recoger su receta de Alprazolam, siempre da las gracias por escuchar. Gracias por escuchar(me).
 
Alex es un licenciado en ingeniería. Se fue a Inglaterra con mil euros en el bolsillo, o corría el riesgo de volverse loco en esa angustia de la infructuosa espera y la falta de oportunidad. Prometió a su madre que si no lograba un trabajo antes de quemar el último euro, regresaría. Para pasar calamidades en el extranjero, bueno está uno en casa. El desarraigo del hijo y el volver a desentrañarse de una madre, tan traumático, tan sangrante... Y una vez más esa actitud de aminorar el drama, de ir tomando la vida como viene, sin aspavientos... Dejando que las lágrimas fluyan y se sequen, silenciosas.
Trabaja en una hamburguesería, al lado del mar. A Alex le encanta el mar.
 
El sistema, el podrido sistema que nos barre, nos convierte en mártires, las actitudes nos convierten en héroes. Las voces, al unísono, pueden escucharse, o no. Las actitudes son las verdaderas armas, solo la actitud provoca el cambio. Solo nuestra actitud nos hace conservar la dignidad que cada día están dispuestos a arrebatarnos.
 
Cito una frase de un libro del que ha hecho reseña Eduardo Laporte, 'Intento de escapada'.
 
 Un testimonio vale más que mil estadísticas; una lágrima, más que mil informes.
 
Un testimonio es la punta del iceberg de esa callada lucha de tantos mártires del sistema, cuya heroicidad no consiste en desgañitarse o dejarse quemar en una hoguera. No corren buenos tiempos para Juana de Arco. Cuántos quemados a lo bonzo, cuántos suicidios, cuántos francotiradores desesperados... Cuántas lágrimas que valen más que mil previsiones de crecimiento. Cuánto desánimo que no sirve de nada.
 
Una actitud vale más que mil protestas.

 

2 comentarios:

  1. Hola Carmen,

    Me ha gustado mucho, hace tiempo que no leía algo tan bueno. Sin embargo se puede también protestar, es bueno.

    Besos

    Make

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  2. Hola Make... Me quedo con la palabra reivindicar, la protesta me sugiere pataleta, y yo no quiero patalear, yo puedo mostrar mi indignación con mi presencia y un cartel con una denuncia que mi voz puede gritar, pero nuestras actitudes son las que nos hacen avanzar.

    Reivindiquemos, pues, como cada uno considere que es más eficaz, esos derechos y esa dignidad que intentan arrebatarnos.

    Un abrazo

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