31 de julio de 2013

Blogueguería 187: Angustiabilidad...

A ese estado te conduce, a medida que avanzas en sus líneas, el libro de Sara Bernard, 'Los versos del hambre'. Ella misma lo define: la angustiabilidad es ese estado vital mezcla de angustia y culpabilidad. Un cóctel explosivo solo apto para mentes fuertes. La RAE ya está tardando en recogerlo, la Sociedad española de Psiquiatría también. Es un mal cada vez más frecuente, otra de esas nuevas enfermedades propias de nuestra manera de vivir, de nuestra era, de nuestra propia autodestrucción moral, que hasta ahora nadie había sabido definir en una sola palabra: angustiabilidad. Si la peste surgía por esas condiciones paupérrimas de desnutrición e insalubridad y asolaba pueblos enteros, esta otra peste surge como respuesta a una situación de estrés permanente, de autoexigencia por demostrar que nada les han regalado, que son merecedores, por su propio esfuerzo, de unas condiciones de vida que les permitan eso, vivir, no solo comer, vestir y tener un techo, sino poder llevar a cabo un proyecto vital continuamente aplazado.


Ellos, los jóvenes (50% de los parados españoles), La Generación 30, dice su autora, son los mejores preparados de la historia, esa etiqueta les hemos vendido: sois los mejor preparados de la historia, con vuestros títulos, vuestros másters, vuestro perfecto inglés y chorrocientos cursos más que os acreditan... Pero ahí va esto otro: sois los peores preparados para soportar el fracaso, ese que se encuentra detrás de cada entrevista de trabajo, de cada puerta de despacho, en cada paupérrima nómina a final de mes y de cada despido que os pone en la calle en la más absoluta desprotección. Todo esto lo dibuja Sara Bernard con desparpajo e ironía, desde la parodia (como ese dar saltitos y chocar los cinco, de  aquel primer trabajo) hasta la indignación. A esa incapacidad de respuesta lo llama la "indefensión aprendida", teoría desarrollada por, ahora, no importa quién, y que ella lo aplica a esa condición psicológica que genera el que los muchos esfuerzos no den el resultado esperado.

Hay algo terrible en todo esto, y es que esa Generación 30 dejará de formar parte de ese 50% de paro juvenil, porque a poco que se descuiden ya no serán ni jóvenes, no tendrán veintitantos ni treinta y pocos, saldrán de ese rango de edad para formar parte del grueso de esa lista de parados sin derecho a prestación. Adultos sin vida laboral a sus espaldas, ese será el currículo a presentar que sustituya a ese otro lleno de títulos académicos. Hace poco se me ocurrió comprimir toda esta situación de nuestra generación NI (les falta el otro NI, porque estudios han tenido, y todo el tiempo del mundo para formase, pero se les niega el derecho fundamental a un trabajo digno) con esta frase, que bien podría ser un verso: Nuestra prosperidad ha sido vuestro estrepitoso fracaso.

Los versos del hambre es algo más que un testimonio personal, uno se da cuenta a medida que avanza y se mete en los zapatos que presionan los pies hinchados de su protagonista, sentimos el dolor de su hombro por el exceso de horas que sostiene una cámara, nos duele el esternón cada vez que se atisba un nuevo despido o un nuevo trabajo en idénticas o peores condiciones que el anterior. Los versos del hambre es El grito de Munch, silencioso pero igualmente desgarrador. Es la constatación de un robo sin precedentes en nuestro país democrático y civilizado: el del proyecto vital de miles y miles de jóvenes como Sara Bernard. 

Hay un deber moral para con ellos, para con todos los que han sido despojados no solo de sus bienes materiales, sino de sus futuros. Hay que vivir el hoy, sí, pero con la esperanza de alzar la vista y no encontrarse un muro, una puerta cerrada al mañana. El hoy necesita siempre de la esperanza de un mañana.

2 comentarios:

  1. No future, gritaban los punkies... y se alegraban. ¡Cómo hemos cambiado!

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  2. Sí, ese cambio tenía que llegar, porque el futuro es esa cosa tan incierta que es mañana, pero también, como dice Woody Allen, es ese sitio en donde pasaremos el resto de nuestra vida.

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