3 de septiembre de 2013

Blogueguería 196: El paseo

Me he tomado la mañana libre, puede sonar paradójico teniendo en cuenta que aún estoy de vacaciones, pero las vacaciones, a veces, son de todo menos mañanas libres. He salido sin rumbo, sin itinerario marcado. Instintivamente, ya en la calle, he optado por la derecha. Somos animales de costumbres, y la costumbre siempre me lleva a tirar hacia la plaza del Carmen y bajar por la calle Caballeros en dirección plaza Mayor.
La calle Caballeros es icono de mis años de bachillerato. Interna en el colegio menor, sito frente al obispado, pasaba algunas tardes en su plazuela, la de La Merced, aprendiendo a fumar y compartiendo una bolsa de patatas con alguna amiga que estudiaba en el femenino, nombre con el que se conocía popularmente el instituto de esa plaza, y que ahora es un edificio rehabilitado y convertido en el actual Museo de Bellas Artes (leí ayer este añadido, Bellas Artes) La Merced. Uno de los pocos logros de recuperación de los antiguos edificios de esta ciudad, quedando aún lo mas importante, para lo que imagino que se necesitan presupuestos descomunales: esos túneles que dicen existir en sus entrañas y que comunican, como arterias subterráneas, todo el entramado entre la catedral, el obispado, la iglesia del Carmen (convento de las Carmelitas Descalzas) y el mismísimo museo, antiguo convento de mercedarios antes de ser instituto y museo. Por ellas, en la Guerra Civil, dicen que existió un trasiego interminable, que sirvieron de escondite, para traer y llevar víveres a quienes se refugiaron en estos edificios, y como huida. En todo esto no sé cuánto de leyenda habrá, tal vez hasta me lo acabe de inventar.

Pero hoy he dado un quiebro a la costumbre. Me he encaminado hacia El Prado, patas arriba por unas obras que convertirán sus paseos de tierra en otros adoquinados. He dejado atrás la librería Birdy. He anotado en un pósit: encargar 'La sonrisa etrusca'. Luego me he acordado de la aplicación Notas de los nuevos móviles, pero existen arraigos irrenunciables; me crié con lápiz y papel... y ya no escribo cartas, sólo pequeñas anotaciones para pasar el mono.

He pasado por la puerta del museo López-Villaseñor... Suspiro siempre ante el ostracismo al que ha sido condenado el pintor por su propia ciudad. "Si Antonio levantara la cabeza, moriría de pena ante el olvido machaconamente labrado hacia la obra de Manuel", dijo el artista refiriéndose a los Machado. Si Manuel López-Villaseñor levantase la cabeza, moriría de pena al ver que su legado, entregado por él mismo a la ciudad que lo vio nacer, ha caído en el más imperdonable de los olvidos... Y eejj que mire usté, en habiendo concursos literarios cuya temática sea la exaltación de las costumbres populares y unos cuantos bailes regionales en la plaza, ya ejtamos cumplidos con eso de la cosa cultural. Ah, don Manuel, maestro e influencia inestimable en la pintura del genio viviente, Antonio López. Por las calles de Tomelloso paseaste con él, él un adolescente inquieto, y tú un joven por entonces que no sabía aprehender el mundo de otra manera que no fuese con un pincel. 

La plaza Cervantes está a rebosar, como todas las mañanas de verano, incluso en las de invierno, con esa moda de las terrazas convertidas en inmensas burbujas de plástico que ha gestado la ley antitabaco. Unos hacen la ley, y otros ingenian la trampa: el humo del tabaco debe de ser menos nocivo dentro de paredes de plástico por estar estas sitas en plena calle. Ante lo que parece la realidad del nuevo pelotazo: Eurovegas de Madrid, el gobierno de Rajoy está pensando que fumar mientras se juega a la ruleta no es tan nocivo como hacerlo mientras se come, se baila o se bebe una cerveza. Menos mal que me pillan unos cuantos vicios, como el de la escritura y tal, pero el de los casinos no me llega. La terraza en autoservicio, parece que incluso la limpieza de las mesas. Me abro espacio en una con cinco tazas de café apuradas y unas cuantas servilletas desperdigadas por encima. Marcas de carmín sobre coquetas tazas decoradas con una cenefa en tonos azul cielo. 
Tres hombres a mi derecha, con tres vinos tintos sobre la mesa, hablan de la injusticia de las liebres al ser consideradas por muchos animal carroñero. Esas preocupaciones de los ciudadrealeños...

Bebo a sorbos un buen café mientras leo uno de los dos libros que hoy van en el bolso. Nunca van los mismos, los elijo al azar, sin intención en la elección. Sólo cumplen una premisa: en casa, novela; en la calle, poesía. El rumor de la calle me permite practicar un ejercicio de introspección que me agrada: ese intento de aislamiento de cuanto nos rodea, centrarse solo en la página, en la palabra, en el verso, en la imagen que va conformando... enajenarse hasta hacer inexistente el insistente murmullo de la vida alrededor. No siempre lo consigo, hoy tenía a la cinegética en mi contra. La defensa de las liebres iba tomando cada vez más énfasis, para concluir que no son carroñeras, sino básicamente herbívoras con predilección por los cereales y las raíces... Hombre, qué injusticia con tal animal... Mientras yo concluía la imposible lectura con este verso:



de ciega liebre en los bosque de la noche

Cualquiera les dice nada, bien es sabido que las liebres son el ojo avizor a ras de tierra más perfecto del reino animal.





2 comentarios:

  1. Carmen, me gustaría pasear contigo y que me mostraras todos los entresijos de tu ciudad, sobre todo el museo de Villaseñor, me conmociona su pintura.
    Además el verso es precioso.
    Gracias de nuevo por regalarnos esta escritura.
    Besos
    Make

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  2. Ese paseo contigo seguro que me descubriría una ciudad nueva. Basta una nueva mirada para ver lo de siempre de manera diferente.
    El López-Villaseñor alberga maravillas, pero por una biografía autorizada del pintor, por Antonio Zarco, vienen ilustraciones de sus cuadros que son propiedad privada, no legados al museo, que son auténticas maravillas.

    El verso pertenece a un poema de Daniel Casado, Arte de cetrería, de su libro de poemas Oscuro pez del fondo.

    Abrazos

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