15 de septiembre de 2013

Blogueguería 206: Presagio otoñal

El verano todo lo agota a medida que se agota en sí mismo. Los campos de La Mancha pelados al cero, secarrales en donde no queda más atisbo de la mies que lacerantes espinos a ras de suelo. Ni rastro de los mullidos verdes de marzo, ni de las florecillas silvestres que todo lo saturaban de vivos colores unas cuantas lunas más atrás. Rastrojos y cardos en las cunetas. Ocres en su amplia gama cromática: dorados, amarillo huevo, anaranjados, caldera, arcillosos, marrón teja, marrón oscuro... Las hojas de los árboles se frotan entre sí como el leve murmullo de un papel que se consume entre las llamas, péndulas monedas secas a la espera de un golpe de viento que precipite su declive. No hay más verde que las vides a punto de su cosecha, deseosas de amarillear y despojarse de su pámpana. Todo parece acabado, incapaz de dar más, o soterrado como una ninfa de cigarra a la paciente espera de resucitar.

Las energías también parecen irse con el verano, la exaltación de la fiesta, el derroche de las horas... Las últimas ferias, la última traca, los apurados últimos días de vacaciones, el último beso al amor del verano... Ah, los amores de verano... Tan dulces, tan intensos, tan únicos, tan vulnerables al largo invierno. Son tan pocas las brasas que perduran ante los fríos hielos. 

Enfilamos el último tramo de ese puente que es septiembre, mes de tránsito, en el que el cuerpo aminora el paso, y el espíritu lo agradece a la vez que se atempera para recibir a ese octubre, mes de palabras mayores, completo, áspero en su pronunciación... como no lo es menos noviembre, que nos sume de lleno en el otoño. El otoño es la estación convaleciente que reposa en un sillón en bata y zapatillas, es restablecerse, despojarse, purificarse, como las esperadas lluvias renuevan el aire que a su vez parece entrar por primera vez, fresco y vital, en los pulmones. El otoño es un pensamiento sosegado, sin urgencia, la antítesis estival, la estación propicia para la contemplación y la introspección, para vacíar la mente saturada de estímulos. 

Tras el verano urge cierto silencio, y eso es un poco el otoño: sosiego, silencio, sensación desértica... Y en medio de ese desierto no cabe la búsqueda, que diría Pablo D'Ors, sino la espera, una paciente espera.


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