17 de septiembre de 2013

Blogueguería 207: El día de mañana

Mi madre no cejaba en su empeño de repetir que estudiásemos para tener un trabajo del que vivir el día de mañana. Imaginaba ese mañana halagüeño, aunque tan lejano como ajeno a aquella despreocupación propia de los años. Pero el día de mañana suele ser tarde o temprano un hoy. Hay días en que una se levanta con el desánimo en los zapatos, y como diría el poeta*, tendrían que decirme si de verdad todo este horror de ahora es el mañana (que un día imaginé). Otros días, la mayoría, no vayan a creer, aunque aquí siempre escurra la sombra de algún pesar, es un despertar esperanzado, un deber para con la vida, una nueva oportunidad.

En un vistazo por el retrovisor, concluyo que, socialmente, en lo que nos atañe, ningún tiempo pasado fue mejor. Todo es mejorable, sí, es solo que los hay que se empeñan en hacerlo mejorable para unos pocos. El robo de oportunidades es un hecho que contribuye a empobrecer al conjunto de la sociedad. Y una sociedad es más pobre cuantos menos recursos tiene: económicos, culturales... No olvido 2012, en el que cada semana había un nuevo decretazo que privaba de oportunidades a unos cuantos, mermaba sueldos, derechos laborales... Los recortes en Educación han convertido el curso escolar en algo caótico. La privación de la atención médica a los "sin recursos" ha provocado ya alguna muerte. Estamos al tanto de los altibajos de la prima de riesgo, sube la bolsa vertiginosamente. El gobierno hace un bando con los 31 parados menos en agosto: ¡Por primera vez baja el paro desde el año 2000! ¡Aleluya! Nadie airea tasas de morbilidad, o incidencia de tuberculosis, correspondientes a 2012 ni 2013. Tampoco se repite semana tras semana el aumento de la tasa de pobreza infantil, aunque nuestros inocentes niños son los más felices de Europa, según un estudio de UNICEF. Tampoco recordamos cada semana a los otros 4.698.783 sin un trabajo que les permita generar su propia riqueza: familiar, personal, cultural... 

La reforma laboral ha puesto en la calle a más de uno, y dos, y tres. La amnistía fiscal no ha devuelto muchos capitales, ni ocultos ni evadidos, la verdad sea dicha, aflora por ahí algún pesaroso cansado de tenerlo bajo el colchón, pero los billetes de 500 euros siguen sin aparecer. En fin, un atropello y un despropósito institucional en donde los damnificados, en mayor o menor grado, somos siempre los mismos: usted como parado y desprotegido y yo como trabajadora y contribuyente. Los que pensamos que lo mejorable siempre tiene que llegar a la inmensa mayoría tal vez pecamos de ilusos, pero descreída de las ideologías políticas y de las buenas intenciones de quienes las defienden y dicen trabajar por ellas, creo férreamente en la capacidad del ser humano para salvar y reconquistar lo que por derecho le corresponde. Creo en esa sociedad que reconquista su oportunidad de mejorar, que retoma su camino de prosperidad.

Las crisis son como los procesos víricos, se resuelven solos, y en ese impepinable proceso de resolución hay un punto álgido en el que el sistema inmunológico, contra las cuerdas, presenta su máxima resistencia. Claudicar es morir. No sé si esta crisis ha alcanzado ya su punto álgido, lo que sí percibo es esa resistencia, una admirable resistencia en la que no solo palpita el deseo de que el día de mañana, el "por venir", deje de ser ese futuro incierto al que nadie se atreve a mirar, sino un esfuerzo  por defender ese día de mañana que, a la postre, se convierte en hoy.

*José Emilio Pacheco

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