29 de noviembre de 2013

El diván

¿Le asusta la muerte, doctor? A mí no. No, no me asusta la muerte. Estoy tan acostumbrado a estudiarla, a saber cómo ha acontecido... No tengo cara de forense, ¿verdad? Usted tampoco la tiene de psiquiatra y lo es. Los hay que tienen cara del trabajo que desempeñan. A veces juego a eso cuando camino por la calle, miro las caras de la gente y les pongo profesión. La gente tiene cara de maestra de primaria, de peluquera, de funcionario de la Seguridad Social, de abogado, ese otro, con gafas negras de mafioso siciliano o portero de discoteca, que pasea a su dobermann que, para colmo, se llama Capone.

Pero hablábamos de la muerte… hablaba, en singular, usted -se supone- sólo escucha. Todos morimos igual, la causa última de toda muerte es la parada cardiorrespiratoria. Primero dejamos de respirar. Segundos después, el corazón se para. ¿Sabe cuántos segundos puede mantener el corazón su latido cuando la apnea es definitiva? He visto la muerte dibujada en la cara, y he visto las caras desdibujadas por la muerte. Qué crueldad la del espejo que devuelve un reflejo degradado, donde antes hubo carne prieta, sonrosada, ágil, despierta... ¿Ha estado alguna vez en una Unidad de Paliativos? La muerte se viste de azul. El silencio impera en los pasillos y la luz siempre es tenue en las habitaciones. Los ojos se pierden por una ventana que no da a ninguna parte. La mirada de unos es esquiva, la de otros es de conmiseración y la de otros es una mirada perdida, de miope. El lenguaje de los sanitarios es tan frío, tan insensible, tan distante... a veces se acompaña también de una actitud que podría definirse en iguales términos… En alguna ocasión he pecado de esta prepotencia... Pero, ¿sabe?, esa forma de hablar es una coraza, es revestir de indiferencia el miedo ante el constante cara a cara con la muerte, el pánico ante la aplastante constatación de lo único cierto que nos acompaña: la muerte.

Yo creo que la vida es una ironía -y una putada- a la que no hay que buscarle el sentido. La vida es ese loco con el que uno intenta razonar. ¿Es usted creyente? Yo, muy a mi pesar, no... Sólo la fe es capaz de dar sentido al sinsentido. Pero la fe es un don y sólo los que reciben esta dádiva mueren con alguna esperanza... resucitar, reencarnarse... No, no me asusta la muerte. Creo que lo que realmente me aterra es... Sí, eso sí que me asusta: ese loco que es la vida.


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