24 de noviembre de 2013

Escribo en un domingo...

Escribo en un domingo, tarde ya avanzada, convertida en noche por la fugacidad de su luz, en un otoño frío de finales de noviembre. Escribo mentalmente, mientras paseo por las plazas y calles casi desiertas, como todas las plazas y calles de domingo. Percibo su quietud y su silencio, su aliento helado y unas manos que se frotan al calor de un puesto de castañas en donde nunca hay cola, como las hubo en otros tiempos. 

Escribo frente al escaparate de un establecimiento vacío, desmantelado, en donde unos grandes rótulos anuncian una exposición de 2012: 

Adentros---------------------------Fernando Martínez Valencia
-Miradas y sentimientos-
100 dibujos 
Desde el 17 de septiembre al 17 de octubre del 2012

Escribo desde la memoria que me falla y no consigue acordarse de qué se cocía en ese establecimiento, sito en la calle Caballeros, de trasiego diario, ni de esa exposición cuyos rótulos hoy me llaman la atención frente al abandonado escaparate. Escribo desde el recuerdo, que evoca miradas y sentimientos. Escribo desde este frío que no me abandona y la soledad que me acompaña.

Escribo entre los regueros de hojas secas en los bordillos de las aceras, amontonadas en los rincones... Escribo a los pies de un sin techo que duerme sobre un poyete de la plaza del Pilar y apoya su cabeza sobre un reposabrazos de hierro cubierto con una mochila andrajosa. Una manta cubre todo ese cuerpo que mal duerme a deshora. Escribo desde el asombro de un aciano que no quita ojo a ese bulto inmóvil, desde una prudente distancia, como si la imagen de un indigente fuese nueva para él.

Escribo frente a una taza de café con leche, desde su sabor amargo y poco azucarado, desde las manos que la envuelven y agradecen el calor. Desde una ilusionada algarabía de un grupo de niños acompañados por un par de madres, a la espera de la primera sesión de tarde, ajenos al frío, al otoño, a finales de noviembre, a los indigentes durmiendo en las plazas, a las soledades, a los recuerdos... atentos a los minutos que faltan para que empiece su película, a la impaciencia del momento. Escribo desde sus ojos despiertos y su hermosa inocencia.

Escribo desde el final de la tarde, de la luz, desde el paseo del Prado, desde la cara de frío de unos padres que regresan de su paseo empujando con premura el carrito de su bebé, como si no quisieran ser sorprendidos en plena calle por la oscuridad de la noche. Escribo frente al ordenador, intentando transcribir todo cuanto he ido escribiendo mentalmente.




                             

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