25 de noviembre de 2013

El último autobús

Vas a tener que huir de las tardes
La tarde, ahora, te entristece
como solía entristecerte la espera
del último autobús de la vieja estación
que te devolvía a casa.

Mirabas por aquella ventana
cuando todo afuera era oscuro
y no había más paisaje que tu perfil
reflejado sobre los cristales.
Pero seguías mirando,
como si tu velada imagen fuese
la revelación de todos tus años
escondidos entre las sombras.

Eras más joven que ahora,
y, por entonces, eras menos joven aún
que aquellas primeras veces
en las que cogías el último autobús
de la tarde que te llevaba a casa.

Y cuando eras tan joven,
tanto que casi podría decirse
que eras una niña jugando
a no perderse en una estación,
te alegrabas cuando llegaba la hora
de aquel último autobús
que te devolvía con los tuyos.

Luego, cuando seguías siendo joven
pero ya no eras una niña
perdida en una estación,
te invadía el triste retorno
a la casa vacía.
Y así, mirando por la negrura
de aquellos ventanales,
 entre el sonido ahogado
del motor del bus,
brotaba inesperada aquella tristeza...
como perlas de agua.

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