13 de noviembre de 2013

Exilio

No dejas de adentrarte en ti mismo, y cuanto más te adentras, más solo y más desnudo te ves. Te aprisiona el pánico que sintió Adán al oír crujir la manzana entre sus fauces, o la soledad del náufrago, o la desesperación de un hombre perdido en la inmensidad de un desierto. Pero no hay marcha atrás, estás donde estás, no puedes borrar el pasado, ni los errores, ni el daño que te han hecho ni el que has hecho. Tampoco puedes dejar de ser quien eres, ni jamás serás quien no eres. Has decidido bajar a buscarte, has dado un salto hacia tu adentro.

Y ahí estás, dentro de ti, sin saber muy bien dónde acomodarte. No imaginabas que hacía tanto frío en las entrañas, pensabas que serías tu mejor refugio, tu paz, tu silencio... Pero te ves tan desnudo dentro de ti mismo, o frente a frente, tú y tu desnudez, pálida, enjuta, vulnerable ante cualquier mirada, la peor la tuya, no la soportas, no te soportas. Mírate, así, en cueros, sin nadie más que tú, ¿qué ves? Un hombre solo, una piel que se eriza por el frío, que tiembla ante el desamparo de verse sin su ropa, sin sus tapujos, despojado de todo. Has soportado el dolor de vaciarte por completo, como a una fruta a la que un pernicioso insecto ha dejado hueca, sin su semilla ni su pulpa.

Así, como si ya no tuvieses pulmones que te oxigenen, ni corazón que te haga sentir su pálpito por las venas cuando presientes el amanecer, ni tripas que se revuelvan por la náusea que te provoca la vida... Tan solo un esqueleto que te sostiene y una piel que le dé forma, que no te haga parecer tan horrible, tan acabado, tan muerto. Pues bien, ahora que sientes que no eres nada, que el dolor te ha vaciado por completo, como un legrado barre los restos de una carne atrofiada que ya nunca será nada, ahora es el mejor momento para volverte a llenar.





1 comentario:

  1. Pues sí, ese es el mejor momento para comenzar, cuando nada se teme, porque nada se tiene.

    ResponderEliminar