31 de marzo de 2014

La mujer y el mar




Echó a andar hacia él. Él la veía avanzar, inquieto. Que voy, que vengo... azaroso vaivén que empapaba y dibujaba surcos sobre la arena. Ella continuaba decidida, hundiendo sus pasos en aquel polvo de fuego.
Cuando llegó frente a él, desnuda y radiante como la luz de la mañana, alargó su pie y mojó sus dedos en la espuma blanca de una ola. Entonces él, como si hubiese recibido una descarga eléctrica, se replegó hacia atrás y se volcó por entero al otro lado del horizonte, dejando ante ella una desolada hondura con toneladas de sal y miles de peces muertos.

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