27 de agosto de 2014

Tarde de lectura: Cortázar

Ayer, por la tarde, buscaba un rincón silencioso y fresco en esta sofocante ciudad, en donde leer a Cortázar. Julio Cortázar es de esos autores a los que uno pospone acercarse por pereza. A salto de mata, y siempre en lo que encuentro en la red, había leído alguno de sus poemas, el famoso fragmento de Rayuela... poco más. Hay quien afirma que a Cortázar hay que leerlo a cierta edad. Acotar la edad para descubrir por primera vez a un autor universal se me antoja de un pensamiento rígido a la par que absurdo, ya me perdonarán esos cuya madurez considera que a cierta edad ya no tiene cabida Cortázar. Se ve que han perdido el entusiasmo.

Su descomunal presencia física es atrayente. Siempre me han atraído esos seres "imperfectos" obligados a adaptarse a un mundo creado para "la normalidad": la altura de las puertas, el tamaño de los ascensores, los probadores de las tiendas, la anchura del asiento de una silla... Todo está regido por una anodina media que no contempla la diferencia, en donde lo que queda fuera de rango se ve obligado a amoldarse o a superar obstáculos. Su embalaje en el que su ser estuvo en este mundo era impresionante: sus asombrados ojos, de los que García Márquez dijo que los tenía tan separados como los de un novillo, tan oblicuos y diáfanos que podrían haber sido los del diablo, si no hubiesen estado sometidos al dominio del corazón; la anchura de sus hombros; sus largos brazos; sus manos como un universo de tierra fértil; su alargada sombra por las calles de París. Un tipo demasiado inmenso para pasar desapercibido.



Leí completo uno de sus cuentos. Empecé a pensar en el mito, en esos contextos en los que se mueve un escritor, en sus compromisos y su defensa de determinadas ideologías que terminan dictando el "valor" de su obra. Borges desmereció eternamente el Nobel de Literatura por su supuesto guiño al gobierno de Pinochet. A esto, Borges dijo que sabía que aceptar aquella medalla de reconocimiento por parte de Pinochet le dejería sin el Nobel, "pero yo amo a Chile, y entendí que me condecoraba la nación chilena, mis lectores chilenos". ¿Acaso amar a la España de los cincuenta, sentir la pobreza de sus pueblos, adaptarse a la represión, subsistir en medio de un régimen sin libertad, ese exilio interior de sus gentes, suponía simpatizar con su dictador? ¿Se le exige al escritor un compromiso más allá de su intima capacidad creativa? En 1981, un periodista preguntó a Borges a qué atribuía que no le diesen el Nobel de Literatura. Él contestó: A la sabiduría sueca. ¿Qué valor tiene semejante reconocimiento internacional, el más importante para un escritor, si en él tiene más peso, por encima de la calidad de la obra, lo político o extraliterario? Se me viene ahora Marie Curie, dos nobeles en su haber, uno compartido con su marido, el de Física; otro conseguido por las investigaciones posteriores que siguió realizando en el campo de la Química. Su valía como científica estaba más que demostrada, pero una relación amorosa con un hombre casado, otro científico, y que supuso un escándalo público en el París de la época, le ganó el espaldarazo de muchos de sus colegas, incluso recibió una carta de la Academia sueca en la que se le pidió que no fuese a recoger el premio. Ella también tuvo una respuesta inteligente, aplastante, que ponía en entredicho la capacidad de valoración de la academia, además de poner de manera tajante cada cosa en su lugar: ‘La acción que usted me recomienda me parece que sería un grave error por mi parte. En realidad el premio ha sido concedido por el descubrimiento del radio y del polonio. Creo que no hay ninguna conexión entre mi trabajo científico y los hechos de la vida privada… No puedo aceptar, por principios, la idea de que la apreciación del trabajo científico pueda estar influida por el libelo y la calumnia acerca de mi vida privada. Estoy convencida de que mucha gente comparte esta misma opinión. Me entristece profundamente que no se cuente usted entre ellos’

Osvaldo Soriano afirmó que, tras la muerte de Cortázar, este tuvo que pasar un tiempo en el purgatorio, y en una carta a Pasquini Durán, Soriano escribiría atribulado: Estoy abatido por la muerte de Cortázar, por la tremenda soledad que lo rodeaba pese a sus amigos; debe ser una ilusión mía, un punto de vista personal y persecutorio, pero era la muerte de un exiliado.
El compromiso de Cortázar con la revolución cubana, el Chile de Allende, el sandinismo nicaragüense, incluso la izquierda peronista de los 70 en Argentina, le convertirían definitivamente en un exiliado. Desdeñado por unos, para otros fue una auténtica devoción. De él diría Galeano: En él siempre hubo una comunión muy íntima entre su persona y su palabra. Cortázar era tan insólito, tan extraño, como un hombre que estaba haciendo un viaje al revés; él fue de la indiferencia a la pasión, contrariando las leyes del ciclo vital que hacen que el “bicho humano” viaje desde el entusiasmo hacia el cinismo.

Dedicaré estas tardes calurosas a leer a ese extraño e insólito escritor que fue Cortázar, sin edad, sin prejuicios, desde la única intención de adentrarme en su universo. La literatura puede tener muchos fines, la lectura tiene únicamente la de enriquecer el espíritu.


No hay comentarios:

Publicar un comentario