3 de septiembre de 2014

Cartas de amor...

... O de la terrible incapacidad de amar, o del desaliento, o de la derrota, o de la desesperación, o desde la plenitud de amar y ser correspondido.
Son muchas las cartas, epistolarios íntimos, que ven la luz y cuyo interés no es el literario, para qué engañarnos, sino la curiosidad morbosa por la intimidad de otro. Pero hay literatura en todas ellas, porque la literatura, entre otras cosas, es emoción. Si, además, esa emoción se acompaña de una estructura bien construida, la carta se convierte en una pequeña perla literaria tan conmocionante como pueda ser un buen poema o un cuento bien escrito.

Soy una amante de la epístola, hablo en el sentido literario. En casa de la abuela, todas las cartas dirigidas al tío Pablo, que vivía en el Madrid de los setenta (para quienes vivíamos en un pueblo de La Mancha era algo así como vivir en Australia) con su prole de ocho hijos, las escribía yo. Mis abuelos iban dictando, yo alteraba el orden, las frases, incluso su sentido según me parecía. Le daba armonía, cuerpo, sentido y emotividad a aquel mensaje anodino que siempre era el mismo:
Querido hijo, espero que, a la llegada de esta, estés bien. Nosotros bien G.A.D (que era como el tío Pablo encabezaba las suyas: Queridos padres, espero que a la llegada de esta... Casi ilegible y con muchas faltas de ortografía). Y yo escribía: 
Querido hijo, recibimos tu carta hace unos días, pero no te hemos podido contestar porque desde hace una semana no para de llover, y las crías (refiriéndome a mi hermana y a mí) no han venido por aquí hasta hoy, que hace un día de sol estupendo. Nos alegramos mucho de saber de vosotros... Felipe estará ya enorme y blablabla...

Entre el universo epistolar de famosos escritores, las más desgarradoras son las cartas de Zelda a Scott Fitzgerald desde el sanatorio mental en donde estaba recluida. Cada carta de ella va ganando intensidad, cada despedida es un grito desesperado. Despedidas como: "Ven a verme, por favor. Ven a verme, por favor. Ven a verme, por favor..." "Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero...". Repetitivo, como un dolor que no cesa. ¿Qué hubiese sido de ella sin Scott en su vida? Posiblemente Zelda hubiese sido un genio, dijo él en una ocasión. Pero su historia, tan destructiva como apasionante, nunca se hubiese escrito por separado. 

Una serie epistolar entre Pardo Bazán Y Pérez Galdós es el reflejo de una mujer desbordante, en el amplio sentido de la palabra: vitalista, decidida, apasionada, tierna y con sentido del humor. Unas cartas que empiezan desde la admiración, con encabezados como "Ilustre maestro y amigo", "Querido y respetado maestro", para ir manifestando poco a poco otro sentir: "Amigo querido e inolvidable", "Amigo querido, y no digo más...". Tras una ruptura por una aventura amorosa de ella, en el periodo de reconciliación, todas las epístolas aparecen plagadas de apelativos cariñosos: "Miquiño mío del alma" "Monín" "Ratoncito mío". Imaginar a Galdós leyendo eso de ratoncito mío... ¡qué tremenda Pardo Bazán! Podía despedirse así de tierna, así de amante: "Me has reconquistado de muchas maneras, y más que nada porque nunca me habías perdido; porque te quise ayer y te querré mañana",  pero no sin antes dejar de caer un consejo de salud: "No fumes, no"

Se dice que la canción de amor más terrible, por su contexto, por cómo vio la luz, es Ne me quitte pas, de Jacques Brel. La carta de amor más cruel fue escrita por Kafka. La incapacidad de amar.
Carta íntegra de Kafka a Felice Bauer:

¡Querida Felice!
Te pediré un favor que suena a locura, y que yo consideraría como tal si fuera quien recibe la carta. Es también la prueba más grande a la que la más amable persona puede ser sometida. Bien, el favor es que me escribas una vez por semana, así tu carta llega el domingo, porque no puedo resistir tus cartas diarias, soy incapaz de resistirlas.
Por ejemplo, yo respondo una de tus cartas, luego estoy acostado, aparentemente en calma, pero mi corazón late a lo largo de mi cuerpo entero y sólo es consciente de ti. Yo te pertenezco, realmente no hay otra manera de expresarlo, aunque no es suficientemente adecuada. Por esta importante razón no quiero saber que me estás pensando; me confunde mucho y no puedo lidiar con mi vida; y por esto es que no quiero saber que tú me tienes cariño. Si lo hago, ¿cómo puedo, tonto de mí, permanecer sentado en mi oficina, o aquí en mi casa, en vez de saltar dentro de un tren con los ojos cerrados y abrirlos solamente cuando esté contigo? Oh, hay una lamentable, triste razón para no hacerlo. Para ser breve: mi salud es apenas suficiente para seguir solo, pero no es buena para casarme, y dejemos a un lado la paternidad. Aun cuando leo tus cartas, paso por alto hasta lo que no puede ser. ¡Si sólo tuviera tu respuesta ahora y cuán horriblemente te atormento, y cómo te obligo, en la quietud de tu cuarto, a leer esta carta, tan desagradable como jamás ha estado en tu escritorio! ¡Honestamente, esto me golpea por momentos y quedo preso como un espectro de tu feliz nombre! Si hubiera despachado esta carta el sábado, en la cual te hubiera implorado que jamás me escribieras de nuevo, y en la cual te hubiera hecho una petición similar. Oh, Señor, ¿qué me impidió enviar esa carta? Todo estará bien. Pero, ¿hay una solución tranquila ahora? ¿Ayudará si nos escribimos una vez a la semana? No, si mi sufrimiento puede ser curado por algo semejante, quiere decir que no es serio. Y ya preveo que seré incapaz de soportar aún las cartas dominicales. Y así, para compensar por la oportunidad desperdiciada el sábado, te demando con la energía que me queda, en el final de esta carta: Si valoramos nuestras vidas, permitámonos abandonar todo.

¿Pienso que debo firmar "tuyo" ? No, nada podría ser más falso. No, yo seré siempre esclavo de mí mismo, eso es lo que soy, y debo tratar de vivir con eso.


Franz








No hay comentarios:

Publicar un comentario