9 de octubre de 2014

Qué de humanos...

Qué de humanos es todo cuanto está aconteciendo estos días en torno a la única cuestión que ha logrado hacer un poco de sombra, quitarle la portada, a la apuesta soberanista... Qué de humanos es también la apuesta soberanista. Unos opinan y defienden que tal, otros piden dimisiones, otros se pelean y se lanzan contra un furgón en marcha para defender la vida de un animal, otros dicen que el padrecito ya podía haber pensado en los demás, como buen religioso que era, y haber muerto en la tierra en donde dejó todos sus esfuerzos, en lugar de pedir ser traído a su madre tierra, otros critican la improvisación y la falta de medios, otros culpan a la nueva víctima de su estupidez...

Qué de humanos es albergar la esperanza de no morir, tan de humanos como, ante la muerte inminente, querer hacerlo lo más cerca posible de los tuyos. Si alguna vez presintiera mi muerte fuera de la tierra en la que me hice mujer, desearía volver a mis soles de infancia.

Qué de humanos es sentir el miedo ante lo desconocido, dos enemigos en uno: miedo y desconocimiento, al que se suma un tercero que es la única certeza del desconocido: es un arma letal. Someto mi miedo a la razón, y en cierto modo lo doblega.

Qué de humanos es defender la vida de un animal e indignarse ante su inevitable sacrificio. Entiendo, como sanitaria, que estaba sentenciado.

Qué de humanos es culpar a otros de nuestros errores, de nuestra mala gestión... y qué fácil dirigir el dedo acusador contra el más débil: las víctimas de nuestra incompetencia.

¿Se equivocó el gobierno al repatriar a un enfermo de esas características? Si no existían recursos suficientes para atenderlo, como parece que así era, ya que el Carlos III, pionero en investigación y uno de los hospitales más afectados por los recortes, desmantelado por reformas y obligado de nuevo a improvisar dependencias para atender el caso, Sí, se equivocó. Hay que asumir la realidad, y si la realidad era la inexistencia de salas de presión negativa, la deficitaria dotación de las instalaciones, etc etc... hay que pensar otra solución, o gestionar cuanto antes las medidas apropiadas, porque tal decisión tomada a la ligera supone un delito contra la salud pública.

¿Se siguió correctamente el protocolo, no sólo de atención al caso de Ébola, sino de formación, selección y atención y seguimiento posterior de todos los profesionales que formaron el equipo de atención al paciente?
Si no existió ningún protocolo de formación ni seguimiento de los profesionales sanitarios, al margen de la improvisación de una sesión de veinte minutos (según los profesionales que asistieron a ella), que consistió en una clase teórico práctica, como de azafata de avión en su obligada sesión de puesta de chalecos salvavidas y mascarilla de oxígeno en situación de emergencia, de cómo ponerse y quitarse el traje protector, y de otras medidas de "control" del contagio que consistían en que se tomasen la temperatura corporal en casa durante los veinte días siguientes, si todo este despropósito aconteció así, hay que afirmar, pues, que No, no se siguió correctamente el protocolo. Se dejaron cabos sueltos, se ha jugado deliberadamente con la salud de esos profesionales y por ende, con la de sus familiares y un exponencial etcétera. Se ha creado una situación potencial y evitable, cuyos responsables, si tuviesen un mínimo de dignidad moral, deberían presentar voluntariamente su dimisión, sin necesidad de que nadie la pidiese. Iba a decir que aquí no dimite ni Dios, pero sí, toda esta situación hasta convierte en honrosa la dimisión de Gallardón. 

La dimisión de Ana Mato o del propio presidente del gobierno no sería por la decisión de traer a España la enfermedad (hay quien la pide por eso... es tan humano también. Hay tantas maneras de decir las cosas, es tan humano también decir una cosa u otra dependiendo de cómo decirlo), no por la decisión de repatriar a un hombre que pidió volver a su país creo que con plena consciencia de su muerte, sino por la falta de previsión ante las deficiencias que su política en Sanidad está generando, y que se traduce en que ante una situación de emergencia y de respuesta rápida y eficaz, falla algo tan vital como las infraestructuras (desmanteladas, infrautilizadas para y por el ahorro) y las dotaciones materiales de calidad. La atención sanitaria es una cadena en la que, si falla o existe el deterioro importante de algún eslabón, las consecuencias pueden ser daños irreparables. Esta es la realidad que no quieren ver nuestros políticos, y son ellos y sus decisiones los responsables directos de las consecuencias de tal precariedad. Nunca estamos libres de fallos humanos, como la torpeza de que un guante infectado te roce la cara, pero si esa profesional y los demás compañeros hubiesen guardado un régimen de cuarentena y hubiesen sido debidamente atendidos tras la exposición al paciente, tal vez toda esta psicosis se hubiese evitado, incluso Excálibur estaría feliz y contento esperando el ansiado regreso de su dueña a casa.




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