2 de diciembre de 2014

Caminos que conducen a esto

El camino que me ha conducido a este libro de relatos es casi tan sorprendente como este libro de relatos con este título: 'Caminos que conducen a esto', su autor, totalmente desconocido en mi universo de lecturas hasta ahora, Andrés Ortiz Tafur, y cuya lectura ha ido colmando con creces la sensación, nada más leer los dos o tres primeros relatos, de encontrarte frente a un gran hallazgo.

Los relatos de Ortiz Tafur son breves, y por su brevedad, los giros dentro de la historia son tan inesperados como originales, igual de originales como sus personajes, que podrían ser tan reales como parece todo lo que acontece dentro de un sueño, o tan irreales como esos sueños que se esfuman como espejismos frente a la aplastante realidad. Un cóctel de ficción y realidad en donde no hay línea divisoria. Originales son igualmente los títulos, como ese larguísimo: El hombre de color azul cobalto, desnudo y de una estatura media inferior a la normal; La manguera apagasueños; Núñez-Cacho, gestión de desenamoramientos. El protagonismo de lo inanimado: una pelota que bota sola; la corteza de una naranja que cambia de color... como vehículos que reconducen emociones, anhelos o frustraciones.



Algunos de esos relatos pudieran ser como escribir un cuadro surrealista, y digo bien, escribir: la idea que plasma Baricco en su novela Mr Gwyn, en donde el protagonista, un escritor afamado, decide dejar de escribir novelas para escribir cuadros, escenas que tuviesen que ser descritas a pinceladas, conformando una atmósfera, una luz y un escenario en donde nada entra ni sale del cuadro, todo acontece ahí, en ese espacio que se recrea entre las palabras (dibujar con palabras) y el lector expectante. Como cuando se contempla un cuadro, no hay más campo de visión, solo el cuadro. Así se siente el lector frente al relato. Eva tomando el sol podría ser una muestra de ese cuadro escrito.

A veces, el relato puede ser desasosegante (diría que hay cierto desasosiego en todos los relatos): El cortador de cabezas (una distopía magistral), El tiro de gracia (ese animal que se arrastra sumiso a los pies de su verdugo, una y otra vez), El prisionero (en donde la atmósfera que se recrea es literalmente asfixiante). O una alegoría breve y sutil, de ríos y aguas que se cruzan así o asá (como muestra, Nuestras vidas, entrada de su blog). Como colofón, Condenado a sentir, el sentir narrado por el propio muerto que nada debería sentir, mas el dolor le abruma aun después de muerto.

Una gran suerte toparme con el camino que me condujo a esto (esos azares), a estos veinticuatro relatos cortos que Ortiz Tafur narra con una maestría singular y que ha sido un placer leer y sentir.




2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo, es un libro magnífico.
    Un saludo

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  2. A mí me lo ha parecido: original, redondez en todos los relatos (de principio a fin), dosis de inteligente imaginación... A tener en cuenta, le seguiremos la pista en sus próximos trabajos.

    Un saludo

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