11 de abril de 2015

La infancia


Soy mi propio abuelo 
viendo a mi infancia jugar
Félix Francisco Casanova





         Somos eternamente una infancia
atrapada entre los muros de la carne y de los huesos.
Carne que no crece, se debilita y se consume
cual cera y luz de un cirio
de ese el tiempo que nos vence.

         Mas la infancia sigue ahí, 
en el templo que la esconde y que la niega.
Golpea las paredes,
atropelladamente, con insistencia,
es latido que no ceja...
¿qué otra cosa puede ser el corazón?

        Y se hincha por dentro,
y, como aire, sube y baja por el pecho
en su afán por salir de la mordaza.
Hasta que un día, por fin,
el cuerpo se vence,
y ella se libera, definitiva,
como un alma.


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