10 de abril de 2015

La lectura

La lectura es remanso, es entretenimiento, diría que evasión... Es una necesidad, una cura, un placer... No es compañía, es, en muchos casos, compañera; tan fiel, tan paciente, tan generosa, da cuanto es, no espera nada, te deja ser, te permite crecer, no reprocha que la olvides ni que no le prestes atención, no exige explicaciones de dónde estuviste, se abandona contigo en la misma entrega... Qué cualidades tan maravillosas para el compañero de vida. Pues la lectura las reúne todas. En muchos casos, es una auténtica liberación, como la escritura, porque siempre se encuentra en las palabras de otros, en sus imágenes, en sus ideas, en esa ficción que no es otra cosa que un reflejo de la vida, de la realidad, de las emociones, de lo vital, siempre encuentras, decía, en esos otros que escriben, un trazo de ti mismo.

Y está esa lectura que es poesía, que se lee de forma especial, apta a cualquier hora, pero tiene su capricho vital, no siempre es su momento ni su lugar, o por el contrario, los tiene reservados ambos, momento y lugar. Uno no coge un libro de poesía y se lo zampa de una sentá, que se dice por La Mancha, sin parar, engullendo versos a dos carrillos y haciéndolos pasar con un trago de agua, percibiendo imágenes y pasando de una a otra como pasamos una pantalla digital, a golpe de índice. La poesía es como un buen vino, se huele y se paladea sin prisa. Una copa de licor en solitario, dando coba al contenido del vaso. Y debe de haber un umbral de saturación de versos que dosifica su consumo, por eso cualquier libro de poesía no se acaba nunca, se va y se viene siempre a él en busca del verso que define el momento, está siempre a mano en la estantería, en la mochila de viaje, o en el bolso, en esa biblioteca ambulante que es un e-reader. Algún profesor se cruzó en mi camino, clave para abrir boca con los nuestros: Quevedo, Góngora, Jorge Manrique, Becquer, Espronceda, Rosalía de Castro, Machado, Miguel Hernández, García Lorca... Poco conocía de la poesía sudamericana, pocas poetas, por no decir ninguna, salvo Rosalía. Amigos en mi vida he tenido, y tengo, que me condugeron a esa otra poesía escrita fuera de nuestras fronteras (a los que siempre estaré eternamente agradecida), y aprendo a conocerla, a leerla y a amarla.

¿Qué sucede en los colegios y en los institutos con la lectura? Recuerdo que en la escuela teníamos una clase que consistía en una hora de lectura. El libro eran fragmentos literarios para leer en clase, en voz alta, delante de todos y del profesor. Recuerdo ejercicios de redacción, tema libre, o las fechas obligaban: la Navidad, las vacaciones de verano... Nuestros chicos no saben resumir un texto, no le encuentran sentido a más de dos frases seguidas con nexos de unión. Su capacidad lectora es nula, parecen parvularios leyendo a empellones. No leen casi nada, por no decir nada, de ahí su incapacidad para resumir, concretar, acorralar la idea principal. Y de los pocos que leen y lo poco que se lee, sólo les motivan las historias de vampiros adolescentes o chicos que se convierten en lobos... ¡Loada sea la literatura juvenil! ¿Literatura? El caso es que lean, que lean algo... ¿El caso es que lean lo que sea? 

Mis hijas me han visto leer, desde pequeñas; les he leído cuando ellas no sabían leer, les he puesto libros en las manos desde su más tierna infancia, que han ido creciendo en volumen y temáticas al mismo ritmo que ellas. Sólo en una ha quedado algo, que cada vez tiene más abandonado. No ha bastado el ejemplo, la imitación de una conducta. ¿Cómo mantener ese interés, ese estímulo cuando se crece? ¿Cómo seguir sembrando esa semilla que requiere voluntad? ¿Cómo luchar contra esos inventos del demonio que les absorben su atención y su tiempo? Un libro frente a un móvil con WhatsApp y Retrica... Vayámosle preparando el ataúd al libro, enterrador. ¿Cómo hacerles entender que el conocimiento del mundo pasa por el conocimiento de las palabras, por comprender una idea incluso desordenada, que la lectura nos ayuda a eso, a poner puntos y comas aunque no los haya, a abrir paréntesis y cerrarlos y saber qué es lo que va dentro de ellos, por qué va ese contenido y no otro...? Leer es asirse a la realidad que nos cuenta una ficción. Leer es tener conciencia de que uno existe y de que otros también existen, tener conocimiento de lo diferente, de lo ajeno, de lo extraño, de que somos diversidad, aunque no se comprenda, porque a veces el mundo y sus cosas no tienen explicación ni necesariamente tiene que comprenderse... Para eso sirve esa cosa que es la lectura, semejante instrumento al alcance de todos, si se quiere.



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