25 de junio de 2015

Vestidos de estío



De aquellos niños vestidos de estío
ni las risas quedan,
ni las camisetas de fino algodón
que el sol blanqueaba sobre la hierba,
ni los pantalones cortos, a cuadros,
que dejaban al aire sus piernas de alambre,
ni las chancletas abandonadas en cualquier parte.


De aquellos niños vestidos de estío
ni sus canciones quedan,
ni el maullar de los gatos sobre las ventanas
a la luz de la luna llena,
ni los melosos higos de la frondosa higuera,
ni las aguas que regaban la tierra seca
y hacían relucir las piedras en la ribera de las acequias.


De aquellos niños vestidos de estío,
ni las huellas de los pies desnudos sobre la arena,
ni sus cuerpos chapoteando en el agua de las albercas,
ni las tormentas que ennegrecían el horizonte,
ni el cielo roto por hebras eléctricas
que los hacía correr, en un atropello,
al amparo de un porche.


De aquellos niños vestidos de estío,
de deslumbrantes soles bajo sus pestañas,
de rubor de vida cual pétalos de rosas en sus mejillas
nada queda, salvo el polvo de sus tumbas
que trae y lleva las tolvaneras
bajo la quemazón del sol y el canto mudo de las cigarras.



2 comentarios:

  1. Que sobrecogedoras las imágenes de esa última estrofa, el polvo que trae y lleva las tolvaneras, y el canto mudo de las cigarras. Un placer sentirte.

    Un saludo

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  2. Una vez más, gracias por leer y sentir.

    Saludos

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