23 de abril de 2016

La tabla

'La tabla', el segundo libro escrito por Eduardo Laporte y que publica Demipage, es un relato biográfico sobre un hecho puntual sucedido a un joven navarro, al que arrastró la corriente mar adentro sobre una tabla de surf. Y la historia se lee deprisa, son apenas cien páginas que sacuden al lector como un golpe de mar. ¿Cuánto dura un golpe?, se pregunta el protagonista casi al final de la historia. Tanto como la memoria es capaz de rememorarlo, se me ocurre a mí, así, a bote pronto. Tanto como la herida se torne serena cicatriz.

El relato no abandona nunca la primera persona, lo mismo cuando es el propio autor quien narra qué es lo que le lleva a contar esa historia, como cuando es el protagonista de esta quien relata su odisea. No es casualidad que el autor instrumentalice esta historia de náufrago para ahondar en su propio naufragio. La necesidad de contar, en el escritor que presagia una historia, es a veces una ineludible catarsis.

"No lo vi entonces, pero ese enemigo real era yo mismo"

Las casi treinta horas que Xabier Pérez Larrea pasa sobre una tabla, mejor dicho, la trepidante lucha por mantenerse sobre su único asidero a la vida, es una historia de resistencia. En medicina es común: los virus y las bacterias intentan ganar su batalla infectando tejidos, y el cuerpo ofrece su resistencia abandonándose al delirio de la fiebre, permaneciendo quieto, abatido, como si el último aliento estuviese cerca, resistiendo. Y es esa misma resistencia la que está fortaleciendo su sistema inmunológico. La noche que Xabier Pérez lucha contra el mar, en una angustiosa batalla desigual, en la que a él no le queda más que padecer (los vómitos por el agua salada que traga, el frío, la falta de fuerzas... el aferrarse a la tabla como cuestión vital), es un ejemplo de resistencia. La espera (aguantar hasta que todo pase), cuando el enemigo que nos amenaza es mayor, es a veces una victoria. Pero como el mismo protagonista expresa, no es sólo una resistencia contra el mar, enemigo físico real, es también una lucha, un aguante, frente a todas las tribulaciones en que los instantes de esa lucha asaltan a ese pequeño náufrago de diecisiete años, al que los golpes de mar le están haciendo ver el mundo de otro modo. " No lo vi entonces, pero ese enemigo real era yo mismo", dice el protagonista en un momento determinado.

Tribulaciones: "No hay palabra para definir al padre que sobrevive al hijo"

El joven náufrago pone también al lector al borde de su abismo: ¿qué haríamos en un momento tan crucial, en el que está en juego la vida? Él, cuando le asalta la idea de la muerte, busca la manera de despedirse. La potente imagen en la que imagino a Xabier Pérez arañando su tabla de náufrago con la esperanza de que sus seres queridos lean esas palabras de despedida, esa última impronta. Piensa en esos padres que perderán a su hijo... ¿Cómo se les llama a los padres que se quedan sin hijos, que sobreviven a estos? El adiós que no puede darse al hijo deja en los padres una herida abierta que ni la resignación es capaz de aliviar su escozor.
De repente, la muerte es algo presente en su mundo adolescente. En su delirio, piensa en cómo dejarse morir. Piensa que está dentro de un videojuego, y confía en que ese que maneja los mandos le salvará (Unamuno y 'Niebla' vienen a mi memoria. Alguien nos sueña, un ser superior que decide sobre nosotros y nos trae y nos lleva en ese juego de "soñarnos"). Esa idea del indulto (es un síndrome que tiene nombre, no recuerdo cuál. El condenado a muerte confía en que en el último momento le llegará su indulto, que la silla eléctrica no se accionará en el último segundo). El joven náufrago elucubra sobre la estación petrolífera a la que arribará y cómo sobrevivir en ella, como un espejismo piensa en una costa cercana, piensa y le acaricia la voz del padre... El joven náufrago se aferra a la vida, a la tabla, en un alarde de resistencia física y mental.

El rescate

Nos rescatan del mar y nos devuelven al mundo. Y el mundo es otro mar con sus golpes de mar y sus batallas. Xabier Pérez no concluyó su lucha. Vencedor de una gran batalla, los años pasan y deparan otras batallas a las que enfrentarse y vencer. Y cada batalla tiene su tabla de salvación, la de Xabier Pérez se me antoja que es aquella, resistencia, y confiar en que si un día logramos salvar la vida cuando el mar nos arrastraba hacia su fondo como boca de lobo hambriento, sería imperdonable que esta sea para tenerla esclava que quienes de otra forma intentan arrebatárnosla, abusando de ella y arrastrando así todo lo que en verdad nos hace vivir.
La historia de Xabier Pérez es una hermosa historia real y auténtica. El escritor ha ficcionado sin eludir la esencia, ha contado lo que cree que debe contar, y ese es el fin de la escritura de verdad. Ese es el auténtico camino del escritor, como el del protagonista, el ser humano, es resistir y seguir luchando. Y si un día logramos salvar el culo en semejante hazaña sobre una tabla, lo imperdonable es no vivir como uno desea vivir.



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