18 de julio de 2018

Retornos

Vuelve el verano
mas con él no regresa 
mi juventud.
Eloy Sánchez Rosillo

Por primera vez en muchos años, no siento el verano como el anhelo de aquellos otros veranos de niñez y juventud. No siento el verano como un peso, ni siento el deseo de que acabe. Por el contrario, el tiempo parece tomar otro sentido que nada tiene que ver con la pérdida o lo que quedó atrás, sino que fluye con una inusitada serenidad. El retorno del verano, o del otoño, o de la Navidad... Todo retorna para marcharse, pero en ese trasiego vivimos y nos vamos haciendo. Miro a mis padres y soy consciente de su ancianidad; miro a mis hermanos y soy consciente de que la vida los ha cambiado; miro a mis hijas y de repente son mujeres. Todo está sucediendo este verano.

Pienso en este repentino estado de consciencia, de lucidez, y es como si se hubiese encendido una luz en el trastero, en donde la vida se iba empaquetando borracha de ilusiones. Y por un instante, me veo ahí, contemplando el escenario y pensando que ya es hora de habitar los lugares y las cosas sin que tenga que aparecer el regustillo amargo de "lo pasado", y lo digo sin coraje, sin echarle ya cuentas a la vida, con esas cuentas ya me puede la pereza. Miro el espacio que me invita a que lo habite, que lo llene de presente, de la que soy hoy: más vieja, más cansada, más torpe, más maniática, pero con unas inmensas ganas de que vuelvan los veranos, y los otoños, y luego los largos y hermosos inviernos... Y quién sabe si la primavera. Ha vuelto el verano y, por primera vez en mucho tiempo, a su encuentro sale la mujer que soy.

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