mas con él no regresa
mi juventud.
Eloy Sánchez Rosillo
Por primera vez en muchos años, no siento el verano como el anhelo de aquellos otros veranos de niñez y juventud. No siento el verano como un peso, ni siento el deseo de que acabe. Por el contrario, el tiempo parece tomar otro sentido que nada tiene que ver con la pérdida o lo que quedó atrás, sino que fluye con una inusitada serenidad. El retorno del verano, o del otoño, o de la Navidad... Todo retorna para marcharse, pero en ese trasiego vivimos y nos vamos haciendo. Miro a mis padres y soy consciente de su ancianidad; miro a mis hermanos y soy consciente de que la vida los ha cambiado; miro a mis hijas y de repente son mujeres. Todo está sucediendo este verano.
Pienso en este repentino estado de consciencia, de lucidez, y es como si se hubiese encendido una luz en el trastero, en donde la vida se iba empaquetando borracha de ilusiones. Y por un instante, me veo ahí, contemplando el escenario y pensando que ya es hora de habitar los lugares y las cosas sin que tenga que aparecer el regustillo amargo de "lo pasado", y lo digo sin coraje, sin echarle ya cuentas a la vida, con esas cuentas ya me puede la pereza. Miro el espacio que me invita a que lo habite, que lo llene de presente, de la que soy hoy: más vieja, más cansada, más torpe, más maniática, pero con unas inmensas ganas de que vuelvan los veranos, y los otoños, y luego los largos y hermosos inviernos... Y quién sabe si la primavera. Ha vuelto el verano y, por primera vez en mucho tiempo, a su encuentro sale la mujer que soy.
Precioso!!!
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