26 de diciembre de 2012

Blogueguería 119: Resaca

En este año que expira, mis padres han cumplido sus Bodas de Oro. Por razones que no vienen al caso, no ha habido celebración. Las muertes de mis hermanos, primero la de uno, y años después la del otro, minaron también muchos motivos de celebración: cumpleaños, bodas... a las que nos enviaban a nosotros, sus hijos, como representación familiar, como pobres huerfanitos. La gente nos miraba con morbosa compasión. Esa mirada me resulta insoportable. En mi fuero interno y desde mi discernimiento de niña, creo que no perdoné aquel abandono suyo, el habernos dejado solos frente al escrutinio implacable, casi obsceno, de aquellas miradas.
 
La Navidad dejó de ser una fiesta infantil para convertirse en el peso de las ausencias. Creo que aún hoy, y a pesar de un empecinamiento personal, con el paso de los años, en que todo retomase la normalidad, cada día de finales de diciembre es un resacón de ausencias.
 
Supongo que es inevitable que sea en la tradición de despedir el año entre brindis y algarabía, al margen del sentimiento religioso, cuando se acusa más el silencio en la mesa. Como produce, igualmente, cierto vértigo encontrarte frente a otro año consumado, comprimido en formato zip en el cerebro, evitando su descompresión no sea que nos desborde, o seamos conscientes, un año más, de que pasó sin pena ni gloria, o con más penas que gloria.
 
A pocos días de fin de año, intuyo a 2013, que apunta maneras... Tal vez me vuelva a pasar por encima, y sin darme cuenta me encuentre de nuevo en el resacoso diciembre de 2013, o tal vez este año impar que tan poco me gusta, no por el trece, que siempre me cayó más simpático que el 17, sino por lo impar, sea el año en el que no sienta más resaca que la de una especial celebración.




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