Blogueguería 137: A vueltas con el amor

Fran era compañero de carrera de Oda, pero ella nunca le prestó mucha atención; no era de ese tipo de chicos con los que ella se identificaba. Fran era un niño pijo: pelo bien cuidado y peinado; pantalón Levi's; camisa Lacoste azul claro, con finísimas rayas blancas y el detalle de los puños blancos con finísimas rayas azul claro; un jersey también Lacoste descansádole sobre los hombros y una novia a juego llamada Emma. Oda y Fran tuvieron pocas conversaciones en aquellos tres años, ni siquiera el azar les hizo coincidir en turnos de prácticas en el hospital, así que como mucho hubo un hola y un hasta luego al entrar y salir de clase.

 

Oda también tenía novio a juego con ella, Cesar, un tipo inquieto, divertido, podría decirse que aventurero, con el que hacía el amor todas las noches en su piso de soltero. Tenía también una amiga, en realidad varias, pero una de sus amigas se movía en paralelo con ella. Marta, que también tenía un novio que creía a medida, Sergi, aunque todos (ese entorno que todo lo sabe) sabían que ella para Sergi no era la medida, a tenor de todas las que metía en su cama para completar. Pero eso ella nunca lo supo, ni lo sabrá, al menos por Oda. Fue feliz, así, a su modo, como decía la canción.

 

Oda terminó la carrera y se casó con Cesar, con el que siguió haciendo el amor todas las noches en su piso de casados. Marta se casó con Sergi, que seguía metiéndose en otras camas cuando sentía que se ahogaba en el embozo de la suya de matrimonio.

 

Con el transcurso de los años, Oda tuvo una compañera de trabajo con la que entabló una estrecha amistad, Eva. Oda hablaba mucho con Eva de Cesar, de cómo había cambiado, de que solo lo sentía cuando hacían el amor. Era por eso por lo que aún seguían juntos, porque cuando creía que aquello ya no funcionaba, entonces llegaba él y le hacía el amor como el primer día. Le hablaba también de Marta, y de lo mal que pintaba aquello. A Eva le gustaban aquellas conversaciones de mujeres.

 

Marta y Sergi se separaron. Eva cambió su destino de trabajo y coincidió con Fran. En todo este tiempo, Fran se había casado y separado de aquella novia pija, Emma. Lo pasó mal, necesitó de psicólogos, y Eva fue un pilar de apoyo... Ah, esas grandes amistades, esos que buscas y siempre están o que acuden sin llamarlos.

 

Una noche de copas, Fran coincidió en el mismo local con Marta. No sabría ni él mismo decir si se trató de un flechazo, tres copas que llevaba encima o que hacía mucho que no follaba con una tía, pero a su compañero de correrías nocturnas le dijo algo como "jo, tío, esa tía de ahí me tiene flipao", -residuo de niño pijo-. Pero a Fran la vida le había cambiado, de pijo solo le quedaba el habla. Se propuso encontrar a esa mujer que le había dejado pillado esa noche. 

 

Y la encontró, y a través de ella también encontró Oda, con la que habló en pocos días mucho más que en todos los años de carrera. A Oda le sorprendió el pijo convertido en hombre, le gustó su ímpetu, su entusiasmo... Le recordó a Cesar veinte años atrás. Oda y Eva volvieron a reencontrarse, compartiendo ahora esa nueva historia que les producía la misma felicidad que el nacimiento de un osito panda en cautividad; así de prodigioso, así de excepcional, así de frágil... Fran estaba encantado de encontrarse en ese círculo de mujeres entre las que de alguna manera había una interconexión.
 

A Oda, todo lo que estaba sucediendo, ese cómulo de coincidencias y casualidades, le parecía fantástico, le recordaba a La condesa de mantequilla, o 'La imperfección del amor', de Milena Agus, a esas mujeres tiernas, sexuales, sensibles, inocentes, duras, encantadas, desencantadas, enamoradas, desesperadas, o a la espera no se sabe muy bien de qué...