13 de junio de 2013

Blogueguería 172: Prosperidad (ficción de una historia posiblemente real).


Mi padre estudió Farmacia. Se licenció en la Complutense de Madrid, en el año 82. Sus padres, mis abuelos, eran oriundos de un pueblo de Badajoz. Podría inventarme que corrió delante de los grises, como cuentan algunos de su generación, pero no, mi padre fue un joven tranquilo al que lo único que le importaba era algo tan normal como terminar su carrera, encontrar trabajo y formar su familia.
Y así sucedió: primero terminó su carrera; después conoció a la que sería su mujer, una auxiliar de clínica que también procedía de un pueblo de La Mancha; después de varias oportunidades de trabajo que no le satisfacían y tras el fracasado intento de abrir su propio negocio, una farmacia, encontró un trabajo definitivo que parecía gustarle. Dos años después se casó.

Mi padre había prosperado. ¿Y qué significaba prosperar? Significaba vivir mejor de lo que habían vivido sus padres: económicamente, socialmente, laboralmente, me atrevería a decir que personalmente, porque las condiciones de vida de nuestros abuelos influían en sus relaciones personales y familiares, también en sus enfermedades, en su ocio...
Prosperar significa calidad de vida. Un país prospera cuando las condiciones de vida son mejores generación tras generación. Desde ese prisma, no puedo decir que la prosperidad de estos años haya sido un espejismo. Mi padre es (era) un ejemplo de prosperidad. Fue toda su vida un estudiante becado, en aquellos años en los que las oportunidades solo eran para unos pocos. La universidad era para quienes podían pagarse las matrículas, los libros y los colegios mayores. Los trabajos mejor remunerados solo estaban al alcance de los mejores cualificados, por eso estudiar una carrera era garantía de poder vivir mejor.

Y siguió prosperando. Prosperaba como parecía prosperar todo: la universidad se hizo accesible para todos, había trabajo para cualificados y no cualificados al alcance de todos… La España democrática avanzaba en derechos sociales, laborales, oportunidades y una aparente calidad de vida. Así, hasta que el político de turno vio en esa bonanza también su oportunidad para prosperar. Y se desató el delirio.

En las consecuencias de ese delirio estamos: un país sumido en el caos, en el bochorno de la corrupción de sus políticos, sean cuales sean las siglas de su partido. Un retroceso de derechos, ausencia total de oportunidades, desprotección social, precariedad generalizada. En un abrir y cerrar de ojos, prosperidad se ha convertido en palabra utópica, y el sacrificio impuesto por un gobierno mayoritario nos ha sumido en un estrepitoso retroceso.
¿Alguien nos vendió una prosperidad engañosa y nos pareció auténtica? Lo peor de esta ruina que nos azota no son los bolsillos vacíos, es otra cosa: es la ruina moral. Nadie parece reparar en ese desastre; esa nos hace vulnerables y nos conduce a una pobreza mayor y más devastadora que la económica: la pobreza cultural que nos devuelve a las antípodas de una civilización avanzada.

Quienes podamos emigraremos, como hicieron los padres de nuestros padres. Otros seguirán aquí, intentando mantener su dignidad, a pesar de que cada día es una intención de arrebatársela.

Mi padre ahora es el ejemplo del estrepitoso fracaso de una sociedad que creyó que avanzaba, y de la incapacidad de respuesta de sus gobernantes, que condena impunemente a los más inocentes. Pero esta sociedad peca de inacción, la que alude Hessel en su ¡Indignaos!, y tal vez ha llegado el momento de esa pacífica insurrección, de poner freno a esa amnesia generalizada que nos enfrenta a todos contra todos y nos impide avanzar. Ha llegado el día.


3 comentarios:

  1. Hola Carmen,
    Muy interesante entrada. Lo siento de lo que está sucediendo en tu país.
    Y si no te importa, ¿me podrías explicar que quiere decir la expresión “corrió delante de los grises”?
    Gracias de antemano.
    Un abrazo y que tengas un buen fin de semana.

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  2. Hola Dim, de color gris era el uniforme de las fuerzas del orden franquistas. Las protestas estudiantiles o cualquier manifestación contra el régimen se abortaba rápidamente mediante la violencia de estos contra los grupos de manifestantes. De ahí lo de correr delante de los grises (las fuerzas encargadas de persuadir a los manifestantes a palo limpio. Algo que, paradógicamente, ha sucedido y está sucediendo actualmente en las múltiples manifestaciones y concentraciones, en plena democracia, empezando por el 15M y similares, solo que ahora sería correr delante de los azules (sus uniformes son azul marino).
    Un saludo

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  3. Carmen,
    Muchas gracias por la explicación.
    Un abrazo

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