7 de febrero de 2014

Habitabilidad

Esta ciudad es un despropósito de habitabilidad. No existe rincón en el que su encanto no se quiebre por la fealdad de edificio de al lado, por el entorno profanado por aquella arquitectura de bloques de hormigón y ladrillo en donde la estética, la armonía y el buen gusto fueron relegados por esas construcciones que se izaban a idéntica velocidad que se hacen churros.

Ciudad Real fue un ejemplo de la estética modernista del siglo XIX. El centro de esta ciudad, plaza Mayor, plaza del Pilar, jardines del Prado y aledaños de la catedral formaban una serie de edificios y casas particulares (palacetes manchegos) que le daban a esta provinciana ciudad un aire señorial. Tuvimos también nuestro albaicín particular, como lo tiene Criptana; casas bajas, encaladas, de geranios en las rejas de las ventanas y sus patios mitad blancos mitad lapislázuli, enjalbegado herencia de los árabes. 
De aquellos señoriales palacetes quedan cuatro muestras: la casa de Elisa Cendrero, sita en la calle Toledo; el antiguo conservatorio de música, sito en la calle Caballeros; la casa de Hernán Pérez del Pulgar y actual museo Manuel López-Villaseñor; el edificio de la Diputación Provincial; el hotel Alfonso X, que sólo conserva su fachada, cercano a la plaza Mayor, y poco más. 
De aquella otra zona de casas bajas y encaladas no queda ni rastro, como de la muralla que hace siglos nos rodeó y nos convirtió en una ciudadela en medio de los intereses de La Orden de Calatrava (estoy pez en Historia local).

Pensaba en esa habitabilidad, en la de esta ciudad feucha, en esta mañana en la que paseaba por sus calles y me topaba con ese gigante de doce pisos de la plaza del Pilar. Se me ha venido esa palabra: habitabilidad. Sólo se construyeron tres o cuatro edificios como ese, que desentonan con las cuatro alturas del resto de la ciudad. Se abandonó esa estética (demos gracias) y no se construyeron más de semejante altura, ¿a quién se le ocurre, con la de espacio que hay en La Mancha, poner tantos ladrillos hacia arriba? Se abandonó igualmente el proyecto de devolverle la dignidad a la plaza Mayor, que primero iba a ser un ejemplo de modernidad con sus fachadas de inspiración holandesa... (sin comentarios), luego se intentó recuperar la esencia de las antiguas fachadas. Al final la han dejado convertida en un ejemplo más del fracaso de proyectos delirantes de los políticos de turno y sus amigos arquitectos, ni chicha ni limoná.

La RAE define habitabilidad como Cualidad de habitable, y en particular la que, con arreglo a determinadas normas legales, tiene un local o una vivienda.
Ampliaría esa definición y le daría también alma. Definiría habitabilidad como esa cualidad que deben reunir todos los lugares en donde los seres humanos se mueven y desarrollan todas sus actividades vitales: trabajo, ocio, enfermedad, muerte. Así, habitabilidad sería extensible no sólo a los edificios ni acorde a normas legales, sino a necesidades humanas. Habitabilidad de esa especie de zulo con continua luz eléctrica y sin ventilación que son las zonas de archivos de los hospitales, de esas naves en donde quinientas mujeres rematan prendas de ropa, con la cabeza metida en una máquina de coser y el tricotrico en sus oídos doce horas sin parar... Habitabilidad de las habitaciones de hospital, de las salas de espera, de los centros de rehabilitación social (aquello que era el correccional -hay palabras terribles, esta lo es más aún que cárcel-) y física... Habitabilidad de los parques, de las bibliotecas, de los WC de los bares y de las estaciones de tren... Habitabilidad de los tanatorios... Habitabilidad de nuestra propia casa y esas cuatro paredes que nos amparan...

Propongo pues humanizar los términos, revisar de la A a la Z todos los vocablos e impregnar de humanidad a todos aquellos relacionados con lo humano. Propongo igualmente que la RAE elabore (por cierto, ¿a qué se dedican los miembros de la RAE además de a quitar y poner tildes de allá para cuando y aceptar horribles palabras como subidón porque un presentador de televisión la puso de moda? ¿Qué hacen el resto del tiempo en sus sillones letrados?), decía, elabore un diccionario cuyas palabras estén relacionadas íntimamente con la palabra humanidad, en tal caso, habitabilidad sería un vocablo a incluir en ese diccionario. Otros como vivible, muy similar a habitabilidad pero con un matiz, lo vivible iría más allá de lo confortable, vivible sería todo eso que te reconcilia con la vida: un gesto amable, un acto solidario, el civismo... esos pequeños detalles que dan sentido al día a día y hacen más llevadera la hijoputez o el desencanto. Vivicidad sería otro, lo empleo mucho para definir a los niños. La vivicidad es un potencial de energía, esa mirada despierta, esa curiosidad innata, esa inconsciencia que no advierte peligros, ese pensamiento espontáneo y su expresión sin prejuicios, esa maldad que no sabe aún lo que es el daño... 

Habitabilidad, vivible, vivicidad, humanidad... en definitiva, eso que se requiere para que lo que nos rodea nos haga percibir, al menos no de manera tan absurda, esa cosa tan abstracta que es nuestra propia existencia.




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