7 de abril de 2014

Mi segunda novela

He vuelto a escribir una novela en una noche. Ya lo hice en una ocasión, y creo que escribí sobre ello. Tanto aquella novela como esta surgían como un vómito incontrolable; escribía y escribía sin parar, las ideas encontraban  las palabras exactas. Yo era infatigable, mis diez dedos tenían una agilidad sobrenatural. Tenía que terminar lo que acababa de empezar esa misma noche, antes de que algo o alguien pudiese interrumpirlo... Sí, la noche era cómplice perfecta para que nada ni nadie me robase mi novela. Las yemas de los dedos me abrasaban, como cuando pulso con fuerza las cuerdas de la guitarra después de largo tiempo sin tocarlas.

Mi espacio físico era el ideal, el soñado: un estudio de diáfana luz, tarima flotante sobre el que andar con sigilo descalza, estanterías llenas de libros de autores desconocidos, todos ellos con exquisita encuadernación. Algunos sobresalían deliberadamente más que otros. Dos descansaban en lo alto de la mesa. Uno de ellos no tenía título, y en la primera hoja se podía leer: Todo fue, antes de estos corazones en ruinas. E inmediatamente debajo, la dedicatoria: A mi familia. El segundo sí tenía título: Un hombre sin nombre, y terminaba así: El horror y la Belleza acontecen a un tiempo.

Frente a esa mesa en donde esa historia no dejaba de fluir, se abría un enorme ventanal desde donde podía otear los tejados como un ondulado mar rojo decorado con estilizados felinos de brillante pelaje, cuyas siluetas permanecían inmóviles sobre los tejados, como ancladas balizas. Humeantes chimeneas dejaban escapar, tediosas, su estela gris hacia un cielo desleído por la lluvia. Inventaba una novela en una inventada habitación que se ubicaba en una calle inventada de una ciudad inventada en donde la invención era el orden de todo. 

Todo se esfuma cuando está a punto de suceder, así son los sueños. Así se ha esfumado el final de esa novela, con la misma urgencia que estaba siendo escrita. Ha bastado el sonido del despertador, el reiterado pitido que nos devuelve a la realidad, tan indolente con los deseos del alma: a nuestra habitación, a nuestra ventana de patio interior, a nuestra ciudad sin tejados rojos ni siluetas de gatos cual ánforas sobre un pedestal. Buscaba una última frase antes de que amaneciese el día... Una última frase que se resistió a concluir, dejando todo un mar de palabras en un sin sentido.



1 comentario:

  1. Preciosa, elegante y conseguida forma de describir un sueño, que no una pesadilla. Es un placer saludarla de nuevo en su casa, amiga mía. Aunque no sea yo ahora visible, sigo acompañándola en sus escritos, y tengo que decirle que escribe Vd. como los ángeles. Es una maravilla. Como ya ha comprobado Vd., ahora me dedico más al FaceBook. Reconozco que he descendido de categoría, pero no se preocupe, porque el día menos pensado vuelvo a ascencera PRIMERA.

    Antonio Martín

    PS.: Le regalo unas flores, frescas y perfumadas..... Así me la imagino yo a Vd.

    PS2: Le he solicitado amistad en el Face Book. Espero poder gozar de su presencia.

    http://500px.com/photo/66347567?from=popular

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