23 de agosto de 2014

Hélder, en estado puro

No sé cómo decirte

No sé cómo decirte que mi voz te busca
y la atención comienza a florecer, cuando sucede una noche
espléndida y colosal.
No sé qué decir, cuando lejanamente tus muñecas
se llenan de un brillo luminoso
y te estremeces como un pensamiento íntimo. Cuando,
iniciado en el campo, el centeno inmaduro se ondula tocado
por el presentir de un tiempo distante,
y en la tierra crecida los hombres entonan una vendimia
- yo no sé cómo decirte que cientos de ideas,
dentro de mí, te buscan.

Cuando las hojas de la melancolía arremeten contra los astros
al lado del espacio
y el corazón es una semilla inventada
en su fondo oscuro y en su huracán diario,
tú arrebatas los caminos de mi soledad
como si toda la casa ardiese descansando en la noche.
- y entonces no sé qué decir
junto a la taza de piedra de tu silencio tan joven.
Cuando los niños despiertan sobrecogidos en la luna
de donde caen a veces en medio del tiempo
- no sé cómo decirte que la pureza,
dentro de mí, te busca.

Durante la primavera entera aprendo
los tréboles, el agua sobrenatural, el leve y abstracto
correr del espacio -
y pienso que voy a decir algo con sentido,
pero cuando la sombra cae de la ávida curva
de mis labios, siento que me faltan
un girasol, una piedra, un ave - cualquier cosa extraordinaria.

Porque no sé cómo decirte sin milagros
que dentro de mí está el sol, el fruto,
el niño, el agua, el dios, la leche, la madre,
el amor,


que te buscan. 


....



López-Villaseñor detestaba esas combinaciones de la pintura con otras manifestaciones del arte, muy del gusto de galerías de arte moderno. Decía que el cuadro en sí mismo, la pintura, debía ser suficiente transmisor, sin más apoyos. Es el objetivo del artista: buscar la profundidad del trazo, la luz, el color... que todo quede dicho dentro de ese espacio entre cuatro esquinas, de ahí proyectarse hacia afuera, adentrarse en el ojo del espectador. Algo así sucede con la escritura, especialmente con la poesía; no necesita de enredos ni complejidades, ni prescindibles alusiones a otros poetas ni sus obras (¿metapoesía?), ni tan siquiera como ornamento ni principio de una imagen o idea. No precisa beber de más fuentes que la emoción y la palabra. Basta el ejemplo de ahí arriba, pureza que se aleja de todo artificio e impostura. Herberto Hélder, Portugal 1930

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