11 de diciembre de 2014

Mientras yo te escriba

Te escribiré. Vivirás cada día lo que yo escriba, y cada noche te devolveré a algún hogar en donde alguien te esté esperando, exhausta y cabizbaja, como regresas siempre, aunque te empeñarás en disimular tu cansancio. Mas ese disimulo ni siquiera saldrá de ti, seré yo quien ponga esa intención de ánimo, el convencimiento de tu felicidad, y luego te dejaré caer en el sillón de siempre, en el que te hundes como en un mar que se cobra su deuda: la insensatez de querer nadar contracorriente.

Creerás que eres tú quien decide levantarse cada mañana, pero tras el impulso de tus pies estarán mis palabras que escriben cada día un poco de ti, y escribiré que suena la alarma del despertador y es hora de levantarte. Mantendrás los ojos aún cerrados mientras te sientas en el borde de la cama, mientras tomas consciencia de tu respiración y del peso de tu cuerpo. Pensarás que eres tú quien no tiene ni ganas de verse en el espejo, pero en realidad soy yo la que pondré en ti esa desgana. Escribiré tus días de lluvia, en los que corres entre el tráfico, sorteas charcos y paraguas abiertos y te refugias bajo los soportales de una plaza. Confundirás caras, y reconocerás a una de ellas que se aproximará hasta ti, con el agua detenida en las pestañas y un paraguas cerrado entre las manos, y te invitará a salir de tu refugio, a que te chorree el agua por el pelo hasta los pies, y cuando esté tan cerca de tus labios que parezca que vaya a rozarlos, dirá que no te conoce, y se alejará entre velos grises que desdibujan el horizonte. 

Te escribiré días de sol, en los que te tumbas en la hierba y miras un cielo ausente de nubes. Suspirarás en medio de esa quietud, y en la lejanía se confundirá con un llanto ahogado. Pero de nuevo te pondré en pie, te sacudirás las briznas de hierba entre tu ropa, y de nuevo te llevaré a casa, en donde ser tú, terriblemente tú. Cuando te sepa al borde de la desesperación, le daré un giro a tu historia. Te plantaré frente a un espejo y le arrojarás el peso que te ahoga. Una vez hecho añicos tu reflejo, podré seguir escribiendo. Te inventaré ciudades maravillosas a las que visitar a lo largo de tus años, y te haré conocer gentes que te proporcionarán historias, y te pondré a escribir sus historias mientras tú te olvidas de la tuya propia, pero no temas, esa la seguiré escribiendo yo. Seguirás viva mientras yo te escriba. Y te escribiré un amor, lenitivo y sereno, que te quiera así de herida, con esa cicatriz en la comisura de los labios que te provocó una esquirla del espejo. Y te seguiré llevando de ciudad en ciudad, de amor en amor, de soledad en soledad, así hasta que te haga vieja.

3 comentarios:

  1. Muy bueno. Y la descripción de esos personajes, ¡chapó! Imaginas a esos progenitores en la tranquilidad de su salón, ataviados tal cual. Buen relato.

    Y ya puestos, te deseo una feliz Navidad y me tomo la confianza de enviarte un abrazo.
    Raúl

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  2. Me he equivocado de entrada, ¡discúlpame!
    En esta solo iba a decir que es conmovedor. Gracias.

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  3. Un saludo y Feliz Navidad igualmente, Raúl.

    Gracias a ti por leer y comentar, tan en desuso ya en los blogs. Se agradece el esfuerzo ;)

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