2 de febrero de 2015

A un caserío abandonado

Te hallo por un camino abandonado,
áspero y estrecho,
en donde hay puentes 
que el tiempo dejó sin ríos.
Crujen las hojas muertas 
entre guijarros que ya no ruedan,
clama en la lejanía el agua ausente 
sobre las piedras.



En silencio te derrumbas
frente a la ladera de un monte,
testigo de tu gloria
que un día pareció eterna.
Como serpientes se adentra la espesura
y se aprehende a la piedra,
y araña la cal.
El viento agita el chirriar de las puertas.




Como si le debieses tu existencia,
el tiempo te declaró la guerra 
mucho antes de que te dieras cuenta.
Como una hiedra perniciosa, trepó por tus muros
derramó soles,
avivó lluvias,
adentró inviernos
por tus confiadas ventanas entreabiertas.



Te contemplo y me contemplo
y al acuerdo llego de que sino del hombre
no es envejecer sino decaer,
que a todo tiempo de esplendor y gloria 
le aguardan las grietas
por donde no se cuela la luz sino la maleza
que todo lo engulle 
y todo lo quiebra.



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