1 de agosto de 2015

El Cuidado

¿Qué es lo que nos mantiene unidos cuando el tiempo y la rutina van minando el deseo y las pasiones de los cuerpos ya maduros, cuando los proyectos (que siempre son ilusiones) que van quedando postergados nunca se retoman, cuando por apatía o puro desinterés, las cosas de dos se van quedando en las cosas de uno? ¿Qué es eso inexcusable que nos hace mirar al otro y verlo en la postrimería de nuestra vida, en donde todo amor será insuficiente? Es esto, el cuidado, la protección, la ternura de unas manos que siguen buscando las manos compañeras a las que asir, aunque el tiempo y su artrosis ya las tenga deformadas, manos que despejan una frente febril; el abrazo abrigo que disipa temores y consuela los reveses de la vida; el pecho que te acoge en su latido acompasado; la presencia que ayuda en la soledad y el desamparo. Eso que impide convertirse en dos extraños: el cuidado.

Si no hay cuidado, solo nos queda el frío en los huesos: soledades y ausencias.




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