8 de noviembre de 2015

¿Poesía o poesisensiblería? ¿Poetas o cyranos descafeínados del siglo XXI?

Mi hija me pidió que le regalase un libro de un tal Sergio Carrión, 'En un mundo de grises'. "¿Quién es?" "Un poeta"... Un poeta. Y mamá se va a Google, a ver quién es ese poeta. Y Google me envía a Facebook, en donde hay muchos poetas, de los de verdad, porque las redes sociales acogen a toda la sociedad sin prejuicio, es comparable a la muerte: no entiende de ricos ni pobres, cultos o incultos, sanos o enfermos tanto física como mentalmente... Las redes sociales abren las puertas a todo el que se abra una cuenta. Y ahí están: escritores y escribidores, aspirantes a escritores, pintores, amas de casa, vendedoras de dietas adelgazantes, tímidos, voyeristas, intelectuales, poetas y estos otros poetas... 

Y en Facebook tiene este poeta su página en donde da publicidad a su obra, que creo entender que surge en su blog, para muestra este botón:
—Todos los chicos sois iguales, sólo pensáis en follar.
—Eso es injusto, y lo sabes.

—¿Entonces no quieres follar?

—No he dicho eso. Quiero follarte, y luego quedarme para el desayuno. Y para el almuerzo. Y un poquito para siempre. 

—¿Y para toda la vida?
—Quién sabe.
—Lo que pasa es que me han hecho mucho daño, ¿sabes?, los hombres...
—Y a mí las mujeres, por eso escribo tan triste.

Esto aparece escrito en un blog del susodicho, con casi cuatro centenas de seguidores, más bien -oras. Dos mil y tantos seguidores de su página de Facebook. Bien, oye... Nunca sabe uno por dónde le va a sorprender la fama. Sergio llama a sus seguidores "chiquis":  "Chiquis, os recuerdo que esto es MAÑANA. Desde que se me cayó el móvil al retrete se me olvida daros el coñazo con las cosas importantes. Espero veros allí, será una tarde intensita".
Bien también, oye. El chico es espontáneo, derrocha frescura (aunque se presentara como un poeta triste (o tristón, porque le habían hecho daño a su jovencísimo corazoncito). La cuestión es que Sergio Carrión va ya por la segunda edición de su libro, que no ha tenido ninguna editorial fuerte que le diese publicidad y que se ha ganado a pulso a su público joven que lo admira, lo respeta y está atento a lo siguiente que Sergio tenga a bien publicar. Llevo tres meses esperando la llegada de un libro de un poeta, recién publicado hace unos meses y entre los problemas de la editorial y de la distribuidora aún no he conseguido hacerme con él, y a mí me falta la energía de las seguidoras de Sergio Carrión, o sea, que desisto.

Como no soy de prejuzgar sin conocer, he ojeado algunas páginas de esa poesía, prosa poética quiere ser... A salto de hoja, ora aquí ora allá, no dejaba de ser lo mismo todo: un beso de tornillo. Tengo que decir que tanta boca y el anhelo de ella me ha recordado fugazmente a Córtazar y a algún capítulo de su Rayuela, que abandoné por sobredosis de empalago. Pero esto es lo que encandila ahora a mi hija de dieciocho años, que con catorce leía a Ana Frank, a Jonh Boyne, a Philippe Claudel o la trilogía de Katherine Pancol. Hago un esfuerzo de memoria y quiero recordar lo que yo leía a la edad más o menos de mi hija y de los seguidores de Sergio Carrión: devoré literalmente a Miguel Hernández y tenía a Unamuno en la mesita de noche. También leí a Og Mandino y su vendedor más caro del mundo, y a Muñoz Molina y su invierno en Lisboa, a la Metamorfosis de Kafka... así, a bote pronto.

También he hecho un experimento. He cogido un poema de Félix Francisco Casanova, que escribió su poesía a la edad de mi hija y antes, y le he pedido que me escuchase. Le ha gustado, claro, es ese poema de Eres un buen momento para morirme, uno de los poemas más hermosos que he leído a esos primeros y frescos amores de la adolescencia. Luego le he leído otro, ese que comienza con ¿A qué podremos jugar cuando el invierno emigre y las lluvias cesen? A este le ha dedicado un psss y una alzada de hombros. Nuestro Rimbaud yace en el olvido, salvo cuando la memoria de la POESÍA con mayúsculas da un vuelco en su tumba y lo resucita para deleite de quienes amamos esta palabrería: la fuerza de la imagen y el poder de la palabra como instrumento que crea, que golpea la conciencia del hombre y de su existencia... el poema que se abre y sangra, que decía Pérez Estrada. Esto, lo de Carrión, más bien humedece, o ni tan siquiera, y a medida que avanza la lectura se te va poniendo cara ñoña. Pero no seré yo quien menosprecie este éxito, esta fama ni a este público que nunca se ha acercado a un poema ni a un poeta, pero sí a Sergio Carrión que usa sin reparos la palabra follar, y folla y vuela (porque así se siente uno cuando folla, como extendiendo las alas y subiendo a un cielo...) y muestra su sensibilidad, que él también tiene su corazoncito al que las chicas también hacen daño y destrozan, y que habla del amor para "siempre", o ahora piensa (y escribe) que después de todo, el amor también se acaba... Pero ahí está, en este mundo tan gris para la poesía, el fenómeno Sergio Carrión que vende ejemplares como churros a su joven público que no demandará nunca al adolescente Félix Francisco Casanova en ninguna librería ni biblioteca, ni leerán a Celan o a Rimbaud, poetas malditos, que no tristes, y se encogerán de hombros al nombrarles a Pizarnik, y creerán que Szymborska es una tenista rusa.


2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo... Y lo triste es que ese tipo de ¿poesía? ñoña apoyada en los mensajes del WhatsApp, la proliferación de exabruptos y monotemática es lo que parece que encandila a la juventud actual... así que algo mal se está haciendo en las escuelas con la literatura. Claro que viendo la deriva de nuestro sistema educativo a lo mejor mañana estos niños blogueros se convierten en clásicos... y los clásicos en neandertales... A saber. Buen artículo Carmen...

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