1 de enero de 2016

Uno de enero

He visto un tren. He visto un tren que parecía vacío, un hilo anaranjado que ha cruzado rápido en medio de la oscuridad. Los trenes del día uno de enero viajan solos. Son una ráfaga de luz que cortan la noche en dos. Me he topado con uno de ellos, en ese cruce de líneas que nunca se encuentran, porque se cruzan en distintos planos. Un coche sobre el puente, a menos de cien por hora, luego viene una curva, en la que hay que entrar mansamente, porque no es cerrada, se abre generosa en casi un giro de ciento ochenta grados, pero antes de completarlos, se destuerce de forma súbita, y es ahí en donde, si no ruedas con mansedumbre, el control de la máquina peligra. Y luego un tren que se acerca a toda velocidad como si fuese a embestir al coche, a partirlo en dos, como a la noche... Y en esa intersección en la que toca cerrar los ojos y sentir el golpazo, el tren pasa de largo, como un suspiro bajo el puente, sin chirriar ni soltar chispas, sin aminorar ni un kilómetro su velocidad, sin dejar ni rastro, fiel a su hora de llegada como otro viernes cualquiera. 

Pero hoy no es un viernes cualquiera, es el Uno de Enero, es un viernes festivo. Y los trenes del Uno de Enero viajan con la resaca de la felicidad de la entrada de Año Nuevo, con las luces mortecinas del final de la fiesta, con los restos del confeti pisoteado y el olor agrio del poso de los vasos. Los trenes del Uno de Enero ya arrastran el primer aliento cansado, el primer sueño de algún cuerpo derrotado, el primer mensaje ingrato, la primera decepción del año. Alguien habrá perdido algún tren del Uno de Enero. Alguien, también, en un despiste que aún no sabe si maldecirá o dará gracias para el resto de sus días, habrá tomado el equivocado o habrá tomado asiento en un vagón que no es el suyo. 

Hoy, Uno de Enero, todo está por suceder, y me pregunto qué hacer con lo sucedido hasta ayer. Nada se acaba de un día para otro, todo se arrastra como resto de naufragio, como una operación matemática sin resolver que impide la concatenación de otras operaciones, el hallazgo de la incógnita. Somos un todo que no sabe de tiempo, en donde el pasado, el presente y el futuro confluyen a la vez en nosotros: somos un pasado que vuelve con insistencia, somos un presente que convierte cada una de nuestras zancadas en una huella del pasado... Hoy todo está por suceder porque todo está aún por hacerse. Nadie lo hará por nosotros. Y hoy, día Uno de Enero, ante todo somos futuro, puro presentimiento, pura incertidumbre... eso que a mí me gusta llamar esperanza.


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